Estado del firme:**
Dureza:**
Volumen de tráfico:*
Consejos y sugerencias: hay que tener en cuenta que -según reza un cartel previo a los túneles- la carretera del embalse cierra desde las 20 p.m. hasta las 8 a.m. Y, en efecto, existe una verja a la entrada del primer túnel y varias barreras a la salida del último. Por otra parte, de los tres túneles, los dos primeros son cortos y sin iluminar mientras que el tercero, bastante más largo, sí está iluminado.

El Embase del Quiebrajano viene a dividir en dos el ascenso hasta el puerto de Las Coberteras. El entorno del embalse destella belleza.
Jaén es una de esas provincias que cuenta rincones de su geografía por pedacitos de su historia. Adentrarse en sus sierras, perderse por carreterillas recónditas en búsca de la naturaleza suele ser sinónimo de toparse con algún resto arqueológico de interés y con su glorioso pasado siendo prácticamente imposible eludir, por otra parte, su presente de olivo y trujal.
Lo que hace en cierto modo especial a este puerto de Las Coberteras por el Embalse del Quiebrajano es, quizás, su proximidad con la capital del Santo Reino.
En efecto, su inicio, se ubica a pocos kilómetros al sur de Jaén, donde mismo se ubica el Parque Periurbano Monte la Sierra. En Puente de la Sierra tomamos la carretera del Quiebrajano y, ya desde aquí, vamos a subir unos cuantos kilómetros que, pese a un posterior descenso y falso llano, permite a muchos altimetreros ubicar el comienzo del puerto en esta localidad.
Coronamos en un segundo altillo -ojo que el repecho se agarra bien, sobre todo en su parte inicial- al pie del Cerro Veleta donde mismo se puede observar el Vítor de Carlos III, una inscripción den piedra que conmemora la mejora del llamado camino de la Escaleruela. No en vano, estamos recorriendo un antiguo Camino Real, por lo que su importancia en épocas pretéritas no debió ser menor.
En la cumbre del Cerro Veleta se encuentra también el Dolmen de Otiñar, víctima, por desgracia, de expolios varios a lo largo de los siglos. Y no será el único enterramiento de similares características de la zona: mejor conservado es el de la vecina Loma del Calar.
Antes de que la carretera se sumerja en el Valle de Otiñar, vamos a gozar de un hermoso paisaje de lomas y barrancos. El olivar tapiza aquellas laderas que la escarpada roca no alcanza domeñar propiciando un hermoso contraste entre el medio rural y el natural propiamente dicho. En lontananza el horizonte no muestra un perfil muy distinto al paisaje inmediato: en Jaén la loma es olivar y olivar también la montaña hasta determinada altitud.
Excavado por el río Quiebrajano, tras una ligera bajada, vamos a penetrar en un barranco por donde el puerto va a continuar posteriormente su ascenso.
Se trata de un enclave espectacular, de severa belleza, que embelesará nuestra mirada y que nos obligará a detenernos para capturar continuas instantáneas. Por supuesto, llama nuestra atención la torre del castillo de Otíñar, del que hablaremos un poco más abajo.
Después del corto descenso vamos a falsollanear durante un par de kilómetros antes de retomar el ascenso de nuevo. En estas -después de dejar a nuestra derecha el barranco de la Tinaja, donde se encuentran los peculiares petroglifos circulares de la Tinaja-, llegamos al punto donde nosotros iniciamos la altimetría, el cruce en que la carretera se bifurca siguiendo dos caminos: hacia la izquierda queda el área recreativa de la Cañada de las Hazadillas; hacia la derecha el camino del Embalse del Quiebrajano.
Tomando este cruce como referencia del inicio del puerto aún pedalearemos durante unos cientos de metros bastante suaves hasta que por fin la carretera se decida a ganar pendiente.
Al poco, aunque ya no podemos verlo, transitamos bajo el castillo de Otiñar. Algo más atrás, acabado el descenso del primer repecho, dejábamos a nuestra derecha el acceso al despoblado de Otiñar, que da nombre también a este castillo. De orígen prehistórico -ya hemos hecho referencia al cercano dolmen-, el poblado tuvo especial relevancia durante la Edad Media, por ubicarse en zona de tránsito hacia Granada, y la obra de su castillo se fecha precisamente mediado el S. XIII cuando Fernando III conquistó la ciudad de Jaén.
Casi sin tiempo para percibirlo, el olivar ha abandonado nuestro entorno amedrentado por lo angosto y abrupto del terreno dejando su sitio al pinar, que no se arredra ante semejantes adversidades orográficas. Pedaleamos rato ha junto al río Quiebrajano hasta que la carretera por fin vuelve a trepar levantándose sobre su cauce hasta alcanzar media ladera.
Todo este tramo es una gozada: no existen grandes rampas que nos hagan sufrir; la vía es estrecha, pero sin tráfico; el asfalto está regular, pero el trazado es precioso y el entorno aún más. Pocos puertos tan disfrutones hemos ascendido en Jaén como este de las Coberteras.
La angostura proporciona sombra durante buena todo el ascenso hasta la ubicación de la presa. Y esta umbría a su vez propicia, a su vez, humedad y abundante vegetación, pese a las rocosas paredes que nos flanquean.
Ante la imponente altura que va ganando el camino sobre los barrancos, los característicos malecones aportan seguridad al usuario de la vía a la par que un toque aún más pintoresco a la carretera que busca, decididamente, salida del desfiladero, una salida que se intuye tan pronto como se atisba la mole cementícea de la presa del Quiebrajano, de más de 71 m. de alto.
Una vez pedaleemos próximos a la presa es cuando vamos a encontrarnos con el primer túnel. La quebrada nos deja boquiabiertos, la abrupta belleza del entorno da paso, tras la roca perforada, al valle del Parrizoso, donde se amansan las aguas del río sujetas por la presa. Al salir del túnel más largo, mediado el cual encontramos un desvío hacia la coronación de la presa, se ensancha la carretera y se yergue, antre nosotros, la imponente mole calcárea de la Sierra de la Pandera.
La luz, que apenas osaba penetrar por las profundas estrechuras de las barranqueras, inunda de pleno el valle del Parrizoso: agua, bosque, olivar y arista viva.
La carretera ha girado a la derecha al salir de la roca, ahora atrás queda la presa y algunas instalaciones relacionadas con la misma, unos setos flanquean la vía y pasamos bajo una barrera. De frente encontraremos más instalaciones -un cartel indica «administración»-, pero, antes de que la carretera nos lleve a ellas, encontramos una salida a nuestra derecha, una estrecha carretera que es, precisamente, la que nos va a conducir hasta el puerto de Las Coberteras.
El firme, pese a haber sido remozado en 2018, es irregular y abunda la gravilla, aunque su estado es bastante mejor que cuando nosotros lo ascendimos allá por enero de 2013.
Una sucesión de herraduras remontan la ladera entre matorral y pino dentro de un kilómetro en que la pendiente se va a elevar cercana al 9% de media con picos que superan ampliamente el 10%. Se trata, sin duda, del tramo de mayor dificultad del puerto, sobre todo cuando volvamos a dejar atrás una nueva barrera, abierta en horario de visitas, y afrontemos las últimas cuatro horquillas.
Tras salir de una herradura a izquierdas, alcanzamos un altillo donde encontramos un camino a nuestra derecha que conduce a Otíñar y al Cortijo de la Vereda de Icona, cuyo acceso asfaltado hemos dejado atrás también poco antes de entrar en los túneles.
Superadas las rampas más duras, la carretera se abre paso ahora entre olivos al pie de la Sierra de la Pandera, que acapara nuestra atención hasta que tenemos visión directa hacia el embalse. Algo más adelante, entre las cumbres del alto de la Pandera y del Cerro de la Horca, atisbamos el amplio collado donde habremos de coronar Las Coberteras.
Cuando la cuesta vuelve a aflojar llegamos a un pequeño caserío, La Castañeda, poco más de una veintena de casas apiñadas en este perdido rincón de la sierra, donde no habríamos ido a parar en la vida de no ser por nuestro afán de coleccionar puertos de montaña. La tranquilidad y la paz reinantes en el lugar apenas se ven turbados por el ladrido de los perros y el inevitable trajín de los campesinos que se afanan en las labores del campo.
Tras una cortísima bajada, dejando atrás La Castañeda, un repechón al 14% entre olivos nos devuelve a la realidad del ascenso. Restan menos de 5 km. de puerto en los que se alternan rampas puntuales con breves descansillos que rebajan la pendiente media a cifras entre el seis y el cinco por cien.
El estado de la carretera, otrora muy bacheado, incluso descarnado, presenta una situación bastante decente tras el arreglo acometido hace aproximadamente un año, aunque se ha de extremar la precaución por la abundante gravilla.
Aún nos resta un hermoso tramo de serpenteo, enlazando varias vaguadas y herraduras, que nos permiten divisar el entorno desde distintos puntos de vista. Lo más reseñable del trazado es que poco a poco iremos abandonando las faldas de la Sierra de La Pandera para ir situándonos en la vecina ladera que se despeña desde el Cerro de la Horca. Aquí ya afrontaremos la última herradura a derecha, quizás la más escénica de todo el ascenso.
Casi sin percibirlo hemos abandonado otra vez los olivos, que han dejado paso al bosque mediterráneo. Algún ejemplar, como el Quejigo del Amo (con entre 500 y 1000 años de existencia), ha merecido la mención y protección como Monumento Natural.
Procedente, sin lugar a dudas, de las vecinas cumbres ralea un canchal a uno y otro lado del camino. A veces, rocas de ingente tamaño afloran del suelo generando una sensación más agreste aún si cabe del entorno, sensación que se multiplica con la vista frontal de la mole de la Pandera cuando dirigimos nuestras pedaladas hacia su base.
Camino ya del perfecto trazo del collado en que se ubica el puerto de Las Coberteras no ceja la pendiente, siempre en las proximidades del 7%.
Pero a estas alturas del ascenso, el sabernos ya próximos a la cima del puerto aligera nuestras pedaladas e insufla renovados bríos a nuestro ánimo hasta, por fin, coronar en una encrucijada de caminos. A izquierda y a derecha paredes calizas que se levantan a más de 500 m. de altura desde el puerto evidencian a la par la pequeñez humana y la grandeza de la montaña.
Encaramos ahora un descenso que, mucho más corto, nos deja a escasos mil metros de Valdepeñas de Jaén y en el inicio mismo del ascenso a La Pandera por su vertiente más corta… De nosotros dependerá añadir un buen colofón a la ruta.
GALERÍA FOTOGRÁFICA.
Mapa:
Categorías:Altimetrías, Andalucía, Jaén, Puertos de Montaña
Acabo de descubrir este blog y os agradezco su creación. Muy buenas reseñas de los puertos que subís, excelente narración y magníficas imágenes. Un saludo.
Hola Francisco, muchas gracias por tu comentario. Nos alegra que te guste el blog que, como puedes ver, está elaborado con mucho cariño hacia esta nuestra afición por los puertos y el ciclismo.
Saludos y que te sea de provecho!
Una vez más, ENHORABUENA por esta tan magníficamente contada aventura, amenizada con una fantástica prosa y por una estupendamente detallada altimetría. Gracias a los dos por seguir en la brecha con este fabuloso blog sobre cicloturismo y amor por nuestro entorno, por nuestra tierra en definitiva. P.D. Gracias también por contar con mi pequeña aportación en forma de fotos. Tengo gratos recuerdos de aquella jornada, montado en la bici y luego ya en el viaje de vuelta con visita especial a alguien por mi muy querido. Os sigo leyendo y animando. Un abrazo fuerte, Doble M
Pues muchas gracias a ti, Emilio, por seguirnos y por tu colaboración. Próximamente caerá algún puerto más, que con la Vuelta a Andalucía nos ponemos las pilas 😅.