Estado del firme:***
Dureza:**
Volumen de tráfico:*
Consejos y sugerencias: hay que tener especial precaución en el descenso hormigonado-estriado y de fuerte pendiente del séptimo kilómetro.
Una nueva incursión por el valle del Guadalfeo nos lleva a algunos de los más recónditos parajes del denominado Sitio Histórico de la Alpujarra (que es como se ha denominado la figura de protección jurídica de los valores alpujarreños, del mismo modo que se los espacios naturales cuentan con figuras similares tales como el Parque Nacional o el Natural).
En esta ocasión vamos a recorrer el camino asfaltado que desde el Barranco de Albáyar nos lleva hasta Juviles transitando por Lobras, Tímar y Nieles, para luego continuar en dirección a Alcútar y Bérchules hasta un altillo a medio camino donde ubicamos la cima de este Cruz de Juviles, al decir de los mapas.
En el extenso listado de elementos de interés histórico protegidos que tendremos ocasión de visitar en estas poblaciones y sus alrededores, hay un dispar ramillete de obras e incluso lugares, tantos como para echar el día entero: así las minas de los Rodríguez Acosta en Lobras; el camino viejo entre esta población y Juviles (nosotros transitaremos por el más moderno, como es natural); la acequia de Tímar y Lobras y sus núcleos urbanos junto con los bancales de este último pueblo; el Yacimiento arqueológico de Peñón Hundido en Tímar; la iglesia y la torre de Lobras; así mismo, el núcleo urbano y los bancales de Nieles; y, por últilmo, la iglesia, el fuerte y la torre de Juviles.
Además, nos solazaremos en unos lugares tranquilos y por de pronto apartados de la vorágine turística, la Alpujarra aún desconocida.
Una vez abandonamos la carretera autonómica que une, entre otras localidades, Cádiar con Torvizcón, un breve descenso nos conduce tras pasar un par de puentes a un vado cementado que cruza el barranco de Albáyar. La carretera, en muy buen estado, pronto se situará en pendientes de consideración para mantenerse durante un kilómetro y medio. En este primer contacto, al ganar cierta altitud y cambiar de dirección en varias ocasiones, merced a varias curvas de herradura, vamos a obtener una visión bastante completa de un entorno predominantemente rural, como no podía ser de otra manera, en el que almendros y olivos colman las lomas vecinas.
Al llegar al cementerio de Lobras, un colladito da paso a un descansillo muy bien recibido por nuestras piernas temblorosas de la primera impresión. En realidad, como muestra la altigrafía a las claras, se trata de un ascenso con kilómetros muy irregulares, de pendiente media engañosa, hasta el punto de que la rampa más dura de todo el puerto se enclava en un kilómetro descendente.
Tras el mencionado collado y con el nuncio inequívoco del camposanto, aparece ante nuestros ojos una primera población, Lobras, en cuya estampa destaca la iglesia, como suele ser habitual. Detrás, la montaña parece haber crecido: cosas de la perspectiva. Y otro pueblo se encarama en su ladera, el propio Juviles.

El puerto, muy escalonado en todo momento, presenta grandes pendientes alternas con descansillos. Aquí vemos la rampa a la salida de Lobras.
Apenas llegando a entrar en el pueblo, la carretera ha retomado nuevamente el ascenso y continúa dejando a nuestra izquierda el caserío. Una rampa inicial del 16% se verá continuada más tarde por una nueva cuesta que en una amplia curva a derechas alcanza el 19% y se prolonga hasta que perdemos de vista Lobras.
Recuperamos energías en un nuevo descansillo, aunque pronto reconocemos la carretera que habremos de transitar y, ciertamente, no es que se vea muy llana.
En efecto, un nuevo repecho se va a levantar ante nosotros y no nos queda más remedio que apretar los dientes, ya que se trata de otro medio kilómetro de máxima intensidad y exigencia, justo antes de ganar un nuevo llanete en la encrucijada de caminos que conduce hacia Cádiar y hacia Tímar.
Como decíamos, nuestra ruta nos lleva hacia este segundo, por lo que giramos a la izquierda, desde donde -ahora sí- disfrutaremos de un descansillo más prolongado, alternando bajada entre barrancos y lo que parecen restos mineros y una ligera subida, subida que nos va a situar en el mismo Tímar.
La pequeña población, perteneciente al municipio de Lobras, perfectamente visible desde el descenso y aún antes desde los repechos previos, se encuentra recostada sobre la pendiente ladera del cerro El Fuerte.
Por donde nos indican las señales de tráfico la atravesamos y encaramos una ligera bajada hasta llegar, nuevamente, a un cementerio. Al punto, nos vamos a encontrar con una rampa hormigonada inesperadamente empinada que desciende y vuelve a ascender ante nuestras narices trazando una doble herradura.

Tras el cementerio de Tímar, un descenso hormigonado de fuerte pendiente nos sitúa en el Barranco de Nieles y, desde allí, afrontaremos a balón parado la rampa más dura del puerto.
Impresiona la cuesta y, sobre todo, incomoda, ya que el hormigón rayado hace botar la bici y no podemos permitir que gane velocidad para evitar inoportunos accidentes. Llegados al lo más profundo del Barranco de Nieles cambiamos la bajada por la subida, soltamos los frenos y nos exprimimos al máximo para superar unas rampas que se sitúan próximas al 20%… la vista no engañaba. Concluido el hormigón, se acaba el sufrimiento, por lo menos de momento.
Nieles se encuentra ya a tiro de piedra y pronto se muestra tras unas laderas, todo rodeado del verde de sus huertas. Nos dejamos caer sin demasiada prisa reparando en el paisaje hasta que, justo cuando nos disponíamos a entrar en el pueblo, nos topamos delante de las primeras casas con la carretera que nos llevará hasta Juviles. De haber continuado rectos, a más de atravesar Nieles, podríamos llegar hasta Cástaras y conectar con la carretera del Portichuelo.

Al llegar a Nieles giramos a la derecha por una carretera reasfaltada parcialmente hace unos años. Aquí empieza el tramo de ascenso más continuo del puerto.
Torcemos una primera curva de herradura en el mismo cruce y la pendiente vuelve a elevarse hasta bien entrado el doble dígito. El asfalto, nuevecito en este inicio de cuesta, si no ayuda a dar pedales, por lo menos no perjudica, que no es poco teniendo en cuenta el recentísimo precedente y el hecho de que vamos a afrontar el tramo de subida continua más largo de todo el puerto, formado por dos kilómetros por encima del 10% de pendiente media.
El mencionado tramo, que nos va a dejar en las puertas de Juviles, trepa a fuerza de torcer varias curvas que adornan su trazado en unas laderas que bien paren olivos y almendros, bien esparto y maleza, y que sobre todo nos dejan una profunda sensación de aridez: que la zona se conozca como Pago de las Yeseras ya resulta bastante elocuente de este hecho.
Para cuando vuelvan el asfalto viejo con sus baches y sus parches, por entonces ya nos sentiremos dueños y señores del valle del Guadalfeo, la Contraviesa y Sierra de Lújar. Al frente, un paso entre cerros anuncia un nuevo collado, punto donde se acaban los dos mil metros de sufrimiento, salvando previamente varias curvas con fuertes pendientes.
En efecto, encontramos allí un altillo con un mirador y un área recreativa donde las gentes de Juviles, suponemos, vendrán a pasar el tiempo: y es que el pueblo dista ya menos de un kilómetro de este punto. Distancia que salvaremos cómodamente hasta las inmediaciones de la población cuando un repecho nos va a situar en la carretera de Trevélez, justo en la entrada occidental de Juviles.
Tras rellenar de agua los bidones en una fuente que encontramos justo a girar a la derecha en el cruce, nos disponemos a realizar la travesía que, como siempre en los pueblos alpujarreños, resulta gratísima.
Compite Juviles con su vecino Trevélez en la industria jamonera, muy afamada en la región, aunque sin alcanzar las excelencias de las lejanas tierras onubenses.

Desde la cima de Cruz de Juviles hay buena panorámica. Aquí el trecho final de carretera con el pueblo abajo y la Sierra de Lújar descollando al fondo.
Al poco de atravesar la población, retomaremos el ascenso definitivo hasta la cima, cortado aún por algún ligero descenso y, aunque las rampas más exigentes ya quedaron atrás, todavía encontraremos alguna de cierta exigencia.
Siguiendo la carretera con la vista podemos intuir el alto donde se pierde el trazado al girar una loma. Allí, un rellano nos sirve de marca para ubicar el puerto y de mirador. A la izquierda una carretera terriza sigue subiendo aún más alto, aunque su estado no nos permite adentrarnos con ruedas finas.
GALERÍA FOTOGRÁFICA.
Mapa:
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