Altimetrías

Pico Veleta por Haza Llana, o Rei.

Detalle del inicio hasta El Dornajo:

Estado del firme:***** (hasta Hoya de la Mora)/** (desde Hoya de la Mora)

+++ En 2015 ha sido reparada en varios tramos la carretera que sube desde la barrera de Hoya de la Mora hasta las posiciones del Veleta. Queremos notar este hecho aquí, aunque no vamos a cambiar el texto original allí donde se habla del lamentable abandono que ha venido sufriendo esta carretera.

Dureza:*****

Volumen de tráfico:**

Consejos y sugerencias: antes de escoger esta vertiente del Veleta conviene calibrar bien nuestras fuerzas para evitar quedarnos a media subida. Para ello, lo ideal es acudir bien entrenados o, por lo menos, después de haber catado otra variante de menor dificultad. Conocer el tramo final es una grandísima ventaja para asegurarnos el éxito en la conquista. Por lo demás, ascender hasta la cima sólo es posible cuando la nieve se retira o cuando pasan las máquinas, normalmente desde junio hasta septiembre, incluso octubre si no han caído grandes nevadas.

A lo largo de los años han sido muchas nuestras rutas y, sobre todo, los puertos ascendidos. Sin embargo, nada hasta ahora es comparable con lo relacionado al Pico Veleta, un puerto cuya dimensión sobrepasa con mucho todo lo demás.

Por encima de todo, el Veleta pone a prueba nuestras capacidades de esfuerzo y superación personal.

Desde la infancia hasta hoy, ha sido una montaña que ha llamado poderosamente nuestra atención. La primera ocasión en que uno de nosotros holló su cumbre fue a pie, antes de hacerlo varias veces en bicicleta por la clásica vertiente de Pinos Genil. Más tarde, una vez que desarrollamos esta pasión por los puertos, no podíamos dejar de dirigir nuestras miradas a la carretera asfaltada más alta de Europa. Así fue como en septiembre de 2008, tras un inolvidable y eterno ascenso por El Purche, Sabinas y Pradollano, compartimos por primera vez esa indescriptible sensación que se experimenta al doblegar este puerto único en Europa. Desde entonces, varias son las ocasiones en que hemos vuelto por allí, aunque en muchas no hayamos llegado a hacer cumbre. En todas, hemos experimentado grandes momentos acompañados de buenos amigos a los que -desde estas líneas y con esta entrada- queremos rendir un humilde homenaje. Lo mejor de un gran reto es sin lugar a dudas compartirlo con buena gente. A todos, también, vaya nuestro más sincero agradecimiento.

Desde la cima impresiona observar la carretera y su espectacular trazado desde la estación de esquí.

Con el aniversario del blog recientemente cumplido no podíamos dejar pasar la ocasión de hacer pública, después de mucho tiempo con los datos en la nevera, la vertiente –o variante, si se prefiere- más dura del puerto con mayúsculas de la península.

Precisamente, lo primero que uno tiene que decidir cuando va a afrontar el reto de ascender hasta la cima del Veleta es la vertiente por la que quiere hacerlo y, la verdad, es que la tarea no es tan fácil como podría parecer. En efecto, las múltiples variantes que conducen hasta la estación de esquí para luego continuar hasta el final de la carretera presentan características bien distintas y cada una de ellas –salvo quizás la que parte desde el inicio por la carretera nueva- nos parece de sobrado interés.

La vertiente de Haza Llana, recientemente estrenada -aunque sólo hasta el Dornajo- por la Vuelta Ciclista a España, es sin lugar a dudas la variante de ascenso que entraña mayor dificultad.

Lo ideal es ajustar la dificultad del ascenso a nuestro nivel y, a partir de ahí, mentalizarse de que, sea como fuere, no vamos a completar el puerto ajenos al sufrimiento. Por lo demás, si hemos calibrado adecuadamente nuestras fuerzas y queremos atrevernos con “algo más”, las vertientes de El Purche y de Haza Llana son las que albergan una mayor dureza, mientras que la que además de eso, aunque en menor medida, combina una belleza extraordinaria en su tramo inicial es la antigua carretera del Hotel del Duque, la más recomendable de todas a nuestro parecer; la tradicional de Pinos Genil es en verdad, según siempre se ha dicho, la más tendida, aunque también la más constante; por su parte, la carretera nueva, con tres carriles en algunos tramos y con mayor volumen de tráfico, es mejor evitarla, principalmente porque resulta más aburrida y peligrosa.

Aunque se puede llegar a la estación de esquí y desde ella hasta el Veleta por la nueva carretera, es recomendable usar la variante del Collado de las Sabinas, más tranquila, más constante y, sobre todo más espectacular.

Por supuesto, una vez llegados al Dornajo, la elección es bien sencilla: seguir rectos por la conocida como “carretera de las Sabinas”, la que nos lleva hasta el collado del mismo nombre y, desde allí, o bajar a la estación o continuar hasta donde la nieve y nuestras fuerzas nos permitan.

Para esta ocasión nos decantamos, como decíamos arriba, por la opción de mayor dureza o, al menos, eso es lo que nos ha parecido a nosotros a tenor de la pendiente media de algunos kilómetros y las puntas máximas alcanzadas. El inicio lo hemos situado en Pinos Genil, a la entrada del pueblo, inmediatamente antes de girar a la izquierda en el cruce de la carretera de Güéjar Sierra. También habría sido correcto, a tenor del descansillo existente a la entrada y salida del pueblo, considerar más adecuado como punto de inicio el puente sobre el río Genil, prácticamente en la cola del embalse de Canales. En ese caso, téngase en cuenta que los números del puerto son, si cabe, menos engañosos: 31 km. al 7,8% de pendiente media. Ni en el Tour de France, ni en el Giro d’Italia recordamos un puerto de números similares. Tal es su magnitud que el bien afamado Pico de las Nieves, citado a menudo como el más duro de Europa –afirmación, cuando menos, atrevida- se queda cuatro kilómetros corto y casi un punto de pendiente media por debajo. Y ello, por supuesto, sin hablar de altitudes.

La altitud es, entre otros factores, lo que marca la diferencia respecto de otras subidas europeas.

Es éste, precisamente, un parámetro muy a tener en cuenta, ya que la carretera del Veleta acaba prácticamente en su cima, a casi 3.400 m. de altitud. Característica que lo convierte, sin lugar a dudas, en un puerto único en Europa.

Hay que advertir, no obstante, que los últimos kilómetros una vez pasada la barrera de la Hoya de la Mora se encuentran cada vez más deteriorados, mientras que los mil metros finales hace años que fueron desmantelados, de modo que concluiremos pedaleando sobre un piso pizarroso muy irregular en que las cubiertas sufren muchísimo –el riesgo de pinchazo es elevado- y donde es posible que haya que poner pie a tierra para evitar un buen costalazo.

La carretera en sus once kilómetros finales se sigue deteriorando sin que parezca haber nadie dispuesto a solucionarlo. En unos años tal vez sea imposible subir con ruedas finas.

Por supuesto, queremos aprovechar para denunciar el lamentable estado de esta carretera, una excelente obra de ingeniería que se está echando a perder sin que nadie mueva un dedo. Y es que las construcciones humanas no corren todas igual suerte, así, del mismo modo que un puente puede alcanzar la distinción de obra de arte, una carretera con las características de ésta (por la altitud que alcanza, su pendiente constante durante kilómetros y kilómetros, su espectacular trazado a base de herraduras para salvar los desniveles, su antigüedad –se trata ya de una obra octogenaria, ni más ni menos-, el coste y los esfuerzos que supuso en su época) no debería andarle lejos en consideración: más que una carretera cualquiera, se trata de un monumento. Bien gestionada, podría ser un reclamo turístico muchísimo mayor del que ahora es sin que se perjudique, por ello, el medioambiente o, por lo menos, si que se perjudique más de lo que ya se hace por otros motivos.

El kilómetro final del ascenso carece de asfalto y es, aún hoy, transitable a duras penas con la bicicleta de carretera.

Así pues, será mejor que se apresuren en conquistar esta cima antes de que nos quedemos huérfanos de ella. Ahora les dejamos con la descripción de la subida completa, si es que aún quedan ganas de seguir leyendo.

“El Everest de los puertos europeos”. Ésa es tal vez la mejor manera de definir un ascenso único en la geografía de Europa. En efecto, puede que haya puertos más duros, tal vez podamos discutir si los hay más bellos, pero ninguna carretera asfaltada del viejo continente llega a acariciar el cielo como la que trepa hasta la cumbre del Picacho del Veleta.

La historia de esta vía comienza a principios del siglo XX, allá por 1914, en que se incluye en el proyecto de obras públicas la construcción de una carretera que, partiendo desde Granada y por el antiguo “camino de los neveros”, enlazase con la carretera de Láujar a Órgiva atravesando Sierra Nevada.

Un año después se comenzaron los estudios y ya en 1919 se subastó el primer tramo de la obra, ingenio toda ella que debemos a D. Juan José Santa Cruz, madrileño de nacimiento.

Curiosamente, Santa Cruz propuso que la carretera habría de seguir otra ruta diferente a la que inicialmente se había considerado, la del “áspero camino de los neveros”, y la guió por el río Genil para comenzar a subir la cuesta en Pinos Genil o Pinillos, como él mismo escribía en un artículo de la Revista de Obras Públicas en 1924.

Por estas fechas, el auge de los deportes invernales con la creación de las distintas federaciones de esquí y la Sociedad “Sierra Nevada”, la construcción de un sanatorio, la del Hotel del Duque y la consiguiente promoción turística de una de las zonas más desconocidas de la geografía ibérica fueron el principal aliento para  tamaña obra.

Finalmente, el 15 de septiembre de 1935 fue invitado el Ministro de Obras Públicas D. Manuel Berraco para inaugurar la rampa de acceso al Veleta en la que fue, según las crónicas, la primera ocasión en que un vehículo alcanzó el Picacho, como se le denominaba por entonces.

Al año siguiente fallecía en el paredón el ingeniero D. José Santa Cruz, fusilado por el bando nacional.

La vertiente sur del Veleta, vista desde el Collado de la Carihuela.

La carretera, no obstante, no se transitó íntegra hasta mediados los años sesenta. A partir de entonces era común encontrársela repleta de vehículos durante la época estival, cuando las nieves lo permitían.

Actualmente permanece asfaltada hasta la cota 3.200 aproximadamente, si bien antaño lo estuvo prácticamente hasta la misma cima, donde acaba la pista. Hasta Capileira sigue existiendo la pista diseñada por Santa Cruz, pero el asfalto se acaba a unos 1.800 m. s. n. m. partiendo desde el pueblo.

Nosotros, para esta ocasión, nos hemos decidido por la vertiente más dura que se puede ascender a día de hoy, desde que fue asfaltada hace unos pocos años.

Primeros compases del puerto compartidos con el Collado del Alguacil.

Desde la entrada a Pinos Genil hasta Güéjar el camino es relativamente cómodo, la carretera no esconde grandes dificultades mas allá de algunas rampas de doble dígito aisladas y un par de kilómetros de cierta entidad. Media docena de kilómetros de ascenso con algún que otro descansillo que nos van a permitir poner a tono la musculatura de cara a lo que se avecina. Y de lo que se avecina, precisamente, nos vamos a hacer una idea antes de coronar el primer altillo, ya que al otro lado del barranco observamos una carretera que trepa serpenteando a base de herraduras por la ladera… ése es el camino de Haza Llana.

Camino de Güéjar Sierra contemplamos, a nuestra derecha, la carretera de Haza Llana.

Atravesamos Güéjar siguiendo las indicaciones que nos guían hacia el río Maitena y, al punto, en descenso nos desviamos nuevamente a nuestra derecha hacia el embarcadero y el río Genil.

Bajamos raudos, deseosos de poner a prueba nuestra capacidad escaladora, camino del puente sobre el río, en la cola del embalse de Canales. Desde aquí hasta la cima del Veleta nos separan poco mas de 31 km. al 7,8% de pendiente media… Sobran las explicaciones. Pero serán los siguientes 5 km. al 11% nuestra inmediata y principal preocupación.

Aunque pretendamos reservar una última corona por si más tarde sobreviene algún desfallecimiento, pronto notaremos cómo por más que pulsamos la maneta del cambio no encontraremos ese piñón que nos permitiría rodar con alegría y es que, sin darnos cuenta, hace tiempo que ya hemos engranado el más grande que llevamos.

La carretera se va abriendo camino a base de herraduras, más apretadas en el inicio, y la sensación de ir alcanzando altura sobre el pueblo de Güéjar y el río es rápida y constante gracias a las fuertes pendientes. Sin embargo, hemos de decir que, aunque el trazado es espectacular, el camino de Haza Llana dista mucho de compararse en belleza a la vieja carretera del Hotel del Duque con que mas tarde enlaza.

La carretera se abre paso a fuerza de herraduras salvando un importante desnivel. La pendiente media del tramo de Haza Llana se sitúa en el 11%.

Un descansillo nos va a permitir hidratarnos y oxigenar la musculatura para afrontar las rampas que se presentan, amenazantes, ante nuestros ojos: pocas veces se situará la pendiente por debajo del 12% durante los próximos 2,5 km. A unos 2 km. del cruce la carretera deja de serpentear momentáneamente para ascender hacia el cortijo de Haza Llana siguiendo rumbo Este. Verdaderamente hay rectas demoledoras en este punto, aunque la pendiente irá decreciendo de manera casi imperceptible.

Un último par de herraduras nos sirven como referencia para saber que nos hallamos próximos a abandonar el calvario y la visión de la vieja carretera colgada a nuestra diestra será la señal definitiva.

Al salir del camino de Haza Llana empalmamos con los últimos kilómetros de la «carretera del Duque».

Al girar a la derecha, notaremos el estrechamiento de la calzada y al rodar por ella tendremos la grata sensación de ir dando un paseo en bici por la sierra. No en vano, las rampas son prácticamente la mitad de duras que en el anterior tramo.

Hasta el centro de recepción de visitantes de El Dornajo nos quedan un par de km. en los que nos dejamos embelesar por lo pintoresco de la carretera y por unas esplendidas panorámicas que curva tras curva logran superarse. Después de casi 17 km. de ascenso y a algo menos de 1.700 m. de altitud llegamos al cruce de El Dornajo: hasta aquí ya podríamos considerar el puerto como de categoría especial.

Llegamos al cruce de las Sabinas y, aunque las rampas más duras ya han quedado atrás, aún nos resta más de media subida…

En el cruce giramos a la izquierda, dejando a la otra mano el mencionado centro de visitantes del Dornajo y la carretera “general” que une Granada con Pradollano. Al poco, entre pinos, un cartel nos informa de que nos hallamos a 1.750 m. de altitud y nos disponemos a darnos un nuevo festín de herraduras. Serán un total de doce en los próximos seis kilómetros.

A medida que ganamos terreno, se apodera de nosotros por primera vez la sensación de estar subiendo un auténtico coloso. Recordamos que hace unos años la Vuelta a España volvió a transitar por esta variante con victoria para Moncoutie y una buena grupeta repescada del fuera de control por la organización.

El añorado Xavi Tondo (DEP) sufriendo en las rampas de Las Sabinas.

Más tarde caerá la también señalizada cota de los 2.000 m. con unas magníficas vistas hacia La Vega granadina y luego enlazaremos las últimas y espectaculares herraduras antes de coronar el Collado de Las Sabinas, hasta donde llegamos después de 24 km. Pero antes el Veleta vuelve a asomarse tras una curva a izquierdas… Aún está demasiado lejos.

Bellísimas herraduras enlazadas en las Sabinas con la ciudad de Granada al fondo.

Quienes conocen bien la subida coinciden en que este momento es psicológicamente demoledor. Tenemos que cargarnos de paciencia y olvidarnos del objetivo final, habrá que marcarse otro intermedio: la Hoya de la Mora.

Las Sabinas han sufrido el maltrato humano durante mucho tiempo, llegando a ser utilizada incluso como escombrera tras los Campeonatos del Mundo de Esquí en 1995. Afortunadamente la zona se ha recuperado gracias a un trabajo de reforestación concienzudo y no es extraño ver rebaños pastar por las laderas circundantes. No obstante, no podemos ocultar que era un hecho vergonzoso dentro de los límites de un Parque Natural, Parque Nacional a día de hoy.

Por fin se muestra el Veleta. Llegados a este punto, su visión aún tan lejana suele ser moralmente demoledora.

Coronado el Collado de las Sabinas a 2.173 m. después de un agradable falso llano, llegamos a un cruce en el que podemos desviarnos hacia la estación de esquí en descenso o seguir subiendo sin tregua hasta el Veleta. Escogida la segunda opción, nos vamos a topar con el que fuera Albergue de las Sabinas, hoy restringido a uso militar, por una carretera en excelente estado –como las anteriores- y que da continuidad a las pendientes previas al collado con kilómetros y kilómetros que siempre rondan el 7% cuando no lo superan.

Van cayendo cotas lentamente.

De forma prácticamente rectilínea nos aproximamos hacia los Peñones de San Francisco con Pradollano a la vista y, muy pronto, debajo de nosotros. Entre medias, hemos dejado atrás otro nuevo hito, el de los 2.250 m. Más adelante, a casi 2.400 m., encontraremos un nuevo cruce que nos permitiría descender hasta Granada sin necesidad de circular en ningún momento por la misma carretera por donde hemos ascendido, lo que convierte el ascenso hasta ese punto en uno de los puertos de paso asfaltados más duros de la península a la vez que en el más alto.

Bajo los encrespados Peñones de San Francisco nos aproximamos hasta la Hoya de La Mora, último lugar donde poder avituallarnos antes de atacar los kilómetros finales.

Cada vez cuesta más ir ganando cotas, aunque poco nos falta ya para llegar a la Hoya. Antes pedalearemos junto a los Peñones de San Francisco, cuyas escarpadas laderas se han convertido en seguro solaz para la cabra montés, dueña y señora de las cumbres de Sierra Nevada. Esta zona –más o menos rectilínea también- que atravesamos junto a los Peñones, justo antes de afrontar la herradura que nos sitúa de frente al Albergue Universitario, suele hacerse durísima a poco que el viento haga acto de presencia, como ya hemos advertido. Pero para nosotros un nuevo objetivo ha sido cumplido cuando vemos el cartel de los 2.500 m.

En la Hoya de la Mora (2.512 m.), además del mencionado Albergue Universitario, encontramos puestos de comida, algún restaurante y un acuartelamiento de la Guardia Civil sito en otro antiguo albergue.

Nos disponemos a pasar la barrera -a pie si la encontramos cerrada- que nos permitirá seguir ascendiendo hasta la cumbre del Veleta.

Precisamente después de dicho acuartelamiento, nos topamos con una barrera que nos va a impedir el paso. Bueno, no a nosotros exactamente, sino a los vehículos de motor, que no pueden seguir subiendo. A nosotros sólo pueden impedirnos subir nuestras fuerzas o, mejor dicho, la falta de ellas. Pero las ganas en esta ocasión pueden más que las fuerzas. Hasta el Picacho tan sólo restan 11 km. y 850 m. más de desnivel aproximadamente. Sorteamos la barrera y… ¡Hasta el cielo!

Hace tiempo que desapareció toda vegetación a excepción de una fina capa de musgo y yerbas que se beneficia del deshielo en las alturas de Sierra Nevada: son los denominados borreguiles.

La vegetación ralea y, aunque estemos en pleno verano, aquí arriba siempre hace fresco.

Si al inicio de la subida hemos pasado calor, esa sensación habrá desaparecido ya a buen seguro. El viento aquí siempre es fresco. Puede que incluso necesitemos alguna prenda de abrigo en los kilómetros finales, prenda que de cualquier manera nos vendrá bien para el descenso.

El caso es que acometemos estos kilómetros expuestos a todo tipo de inclemencia meteorológica o, en el menor de los males, a un sol de rigor. Y un nuevo factor de dificultad viene a sumarse a los anteriores: el estado de la carretera, cada vez más deteriorado e incluso descarnado en no pocos tramos.

Junto al antiguo observatorio en ruinas pasta alegremente un rebaño de cabras monteses que ni siquiera se inmuta a nuestro paso.

Salimos de una curva a izquierdas y nuestra mirada se topa con lo que antiguamente fue un observatorio astronómico por donde ahora las cabras campan a sus anchas. Luego, al punto, alcanzamos la efigie de la Virgen de las Nieves. Una construcción de piedra local en forma de V invertida coronada por la imagen y el ara para proceder a los oficios. El culto de la virgen remonta a 1707, año en que –cuentan- se le apareció en las cumbres a un ciudadano de Válor y a su criado cuando se dirigían a Granada en medio de una terrible tormenta.

Atrás quedó la Virgen de las Nieves. La carretera se encuentra ya en peor estado.

Las herraduras se siguen sucediendo, pero ahora con más frecuencia aún que en cualquier otro momento de la subida. La pendiente permanece estable, siempre próxima al siete y ocho por cien, aunque en alguna que otra curva abierta se alcancen los dos dígitos. Estos pequeños tramos, aunque cortos, hacen bastante daño debido al cansancio acumulado y la falta de oxígeno propia de estas altitudes.

A medida que vamos enlazando curvas, nos vienen a la mente las palabras del ingeniero de caminos:

“Aún sabemos resolver, con la economía que nuestra pobreza impone, los problemas que ofrece una carretera cuyo trazado llega a cotas no igualadas por ninguna otra europea”.

Desde luego,la belleza del trazado es innegable ante instantáneas como ésta.

Sin duda hay que ser no un ingeniero, sino un verdadero artista para idear semejante obra. Cuando una panorámica nos parece insuperable, nos topamos al punto con otra que la sobrepasa con creces y así constantemente. Nuestra mirada cada vez alcanza más lejos en el horizonte, si es que no prefiere, por el contrario, escudriñar las entrañas de las pizarrosas lomas que nos flanquean.

2.750 m. será la última referencia de altitud que encontraremos balizada.

El cartel de 2.750 m. es recibido con desbordada emoción. Estamos a un suspiro de doblegar la altitud de auténticos mitos de nuestro deporte como el passo dello Stelvio, el colle dell’Agnello, el col d’Iseran o la cime de La Bonette, mientras que abajo han quedado ya las cotas del passo di Gavia o del col du Galibier. A nuestra derecha vemos la estación de Borreguiles y el Radiotelescopio del IRAM… muy pronto tendremos que mirar hacia abajo para contemplarlos.

Otro factor a tener en cuenta y del que aún no hemos mencionado absolutamente nada es la nieve. Según la época, no resulta extraño encontrar neveros que atraviesan la carretera, por lo que tal vez nos veamos obligados a cruzarlos andando. En este sentido siempre es recomendable intentar el ascenso al final del verano o principios del otoño, antes de que las primeras nevadas serias nos impidan el paso y después que los soles del deshielo hayan cumplido con su tarea. En cualquier caso, con la celebración de la marcha cicloturista en junio, es posible atacar este ascenso prácticamente hasta la cima desde este mes.

Uno de los motivos por los que la carretera no es abierta en ivierno es que varias pistas de esquí la atraviesan. Con frecuencia nos encontraremos las vallas que las delimitan.

Seguimos, pues, subiendo -si no hay impedimentos- con la mente fija en la cifra mágica de los 3.000 m. de altitud. Se siguen sucediendo las curvas y las rectas, pero ahora tenemos un barranco a un lado y al otro un talud bastante pronunciado. Varios carteles indican que transitamos por pistas de esquí, incluso hay distintos vallados que marcan el camino de las mismas. No podían faltar los remontes que ascienden casi hasta el mismo Veleta.

Resulta especialmente gratificante fijarse en lo que hemos ascendido, el trayecto por el que hace un instante hemos sufrido y observar, así mismo, por dónde asciende reptando la carretera. Luego, podemos dejar que nuestra mirada se pierda en un horizonte de nubes y montañas.

La sensación de pedalear por encima de las nubes no es fácil de describir con palabras.

Ningún cartel nos avisa esta vez de haber alcanzado los 3.000 m., sino que más bien hemos de intuirlo. Sin embargo, casi sin darnos cuenta, embelesados como estamos, nos encontramos a punto de llegar a uno de los momentos más intensos de toda la subida: las Posiciones del Veleta.

Llegamos a Las Posiciones del Veleta, uno de los momentos más emocionantes de toda la subida.

Las Posiciones recibe su nombre de haber sido un pequeño emplazamiento militar durante la Guerra Civil, de hecho allí se conservan aún los restos de construcciones que debieron emplear miembros de alguno de los dos bandos de la contienda. Alcanzamos este punto a la friolera de 3.100 m. en una impresionante herradura a derechas.

Pero lo que causa verdadera impresión es el lugar en sí. Nos encontramos ahora mismo asomándonos al denominado Corral del Veleta, un barranco rodeado de tresmiles y con forma de cuenco que guarda nieves perennes. De hecho, aunque está atestiguado que mediada la década de los 90 el glaciar se derritió, modernas investigaciones han demostrado que, bajo las rocas que se han ido acumulando al correr de los tiempos, existe nieve fósil, nieve perpetua de la que presumen henchidos de orgullo los granadinos.

A más de 3.000 m. de altitud, tras una herradura a derechas, llegamos a las Posiciones del Veleta, emplazamiento con magníficas vistas de las cumbres de Sierra Nevada.

Es inevitable exclamar un prolongadísimo “¡oh!” cuando, al salir de la misma curva, nuestros ojos se topan con las cumbres del Mulhacén, la Alcazaba y la pared cortada, completamente vertical, del Veleta: “¡Hasta allí tenemos que subir!, ¡pero si parece estar más lejos que antes!”. Tal es como, cuanto más cerca de su cima estamos, más lejos de nuestro alcance parece encontrarse ésta. En un corto espacio de tiempo experimentamos un gran cúmulo de sensaciones.

Lo cierto es que algo más de 3,5 km. nos restan hasta la cima, kilómetros en los cuales la pendiente no sólo no bajará del 7%, sino que paulatinamente irá aumentando hasta que en los últimos metros ya, sin asfalto, tengamos que volver a superar un auténtico muro final.

Tras las Posiciones, la pendiente no sólo no da un respiro, sino que se recrudece.

Llegamos al cruce de Capileira después de que la carretera haya venido ascendiendo en dirección sur trazando alguna que otra leve curva. A la derecha vemos una de las múltiples lagunas de origen glaciar, tal vez la llamada de las Yeguas.

En este cruce bien podríamos situar el Collado del Veleta a poco más de 3.200 m., aunque para alcanzar el verdadero, conocido como Collado de la Carihuela, habría que adentrarse en descenso unos cientos de metros por la pista que nace a nuestra derecha.

En días despejados la panorámica se aleja hasta las costas del continente africano.

Una vez que dejamos atrás el cruce, nos disponemos a experimentar otro de los momentos clave del ascenso, que no es otro que la visión del Mediterráneo y las costas africanas, además de las cumbres cercanas de las sierras de Gádor, la Contraviesa, Lújar y las lomas y barrancos que se derraman hacia la Alpujarra. Desde luego, el factor suerte aquí es muy importante, ya que las condiciones atmosféricas no siempre permiten disfrutar de una panorámica tan amplia.

En este momento vuelven las herraduras, que no nos abandonarán hasta  nuestra última pedalada.

Última sucesión de curvas con la cima del Veleta a la vista.

Y precisamente pedalear es lo que no nos va a resultar fácil en adelante. La pendiente sigue aumentando, siempre rondando el 8%, y el castigo que han sufrido nuestras piernas nos lo va a poner muy difícil. Más por corazón que por fuerzas, como si nuestro organismo estuviera programado para pararse sólo en el final de la carretera, continuamos. Estamos demasiado cerca como para terminar la empresa aquí y más cuando tenemos a la vista el refugio que hay en la cima del Veleta… ¡A sus pies se acaba el largo calvario!

Los últimos metros sin asfalto dan un mayor toque de epicidad, si cabe.

Al cansancio y a la falta de oxígeno se viene a añadir la desaparición del asfalto a unos 3.300 m. de altitud. La pista es transitable para la flaca o, por lo menos, lo es en circunstancias favorables, es decir, sin nieve o sin lluvia, si bien algunas piedras de mayor tamaño pueden provocar que acabemos con nuestros huesos en el suelo.<br>

La última herradura, la sexagésimo novena de toda la ascensión, se nos atraganta, algo normal si tenemos en cuenta que la pista está algo blanda por el deshielo con mucha piedra suelta y, sobre todo, que la pendiente se sitúa en el 15% de máxima. Finalmente podemos rehacernos y llegamos al fin de la pista…. ¡Al fin del mundo!

El mal estado de la pista, la pendiente y el cansancio nos obligarán a poner pie en esta última curva.

El gran objetivo está cumplido. A casi 3.400 m. de altitud, el cansancio desaparece de repente. Una sensación de total relajación nos embarga. Y nos complace contemplar todo cuanto nos rodea hasta donde la vista alcanza. Para llegar hasta el vértice geodésico, sito a 3.395 m. s. n. m., es preciso caminar unos cuantos metros que, sin duda, recomendamos completar.

Una vez en el vértice geodésico, con buena compañía, todo el sufrimiento de la jornada pasa a un segundo plano.

Después de un lapso de tiempo, comenzamos a pensar en el merecido descenso… Ha terminado una fiesta y está a punto de comenzar otra.

Mapa:

GALERÍA FOTOGRÁFICA:

5 respuestas »

  1. Este fin de semana lo subiré corriendo, ya que estamos inscritos en la ‘Subida al Veleta’. No sé por dónde nos llevarán (me imagino que por Pinos Genil) pero ya os contaré si es más duro corriendo o en bici, jejeje

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