Altimetrías

Portichuelo de Cástaras – Trevélez, el jamón de la Alpujarra.

Estado del firme:*****

Dureza:***

Volumen de tráfico:**

Consejos y sugerencias: aunque las rampas de doble dígito no son numerosas, hay que tener en cuenta que aparecen cuando más daño hacen, es decir, cuando ya llevamos un buen trayecto de puerto recorrido. Por lo demás, hay que tener en cuenta la amplitud térmica de la zona con mucho frío en invierno y mucho calor en verano.

La subida al portichuelo de Cástaras poco después de Almegíjar.

En un puente sobre el Guadalfeo (carretera A-4030), allá por la cabecera del río, se inician un par de subidas imprescindibles para los amantes de los puertos: la primera, camino de Torvizcón y de la Contraviesa, viene a morir en el collado de Canseco o, si se quiere, en el Haza del Lino; la segunda se adentra por Sierra Nevada en busca de Trevélez a través del portichuelo de Cástaras. De las características de la última nos disponemos a dar cuenta en estas líneas sin omitir detalle.

En el puente sobre el río Guadalfeo dan comienzo las subidas al portichuelo de Cástaras y al collado de Canseco.

En esta subida, para empezar, podemos distinguir dos partes bien diferenciadas: los poco más de trece kilómetros de franco ascenso hasta el portichuelo, bastante regulares en líneas generales, aunque con un final algo más abrupto, por un lado; por otro, los casi nueve kilómetros finales hasta el pueblo, con falso llano, bajadas prolongadas y un empinado repecho final hasta el Barrio Alto de Trevélez, una de las poblaciones más elevadas de la península y, por supuesto, de las más emblemáticas de La Alpujarra.

Desde el principio el puerto mantiene rampas constantes.

Pedaleamos por un barranco en la ladera sur de Sierra Nevada en busca de Almegíjar por una carretera en buen estado y que pronto mudará la exigua vegetación riparia inicial por olivos y almendros que ralean en medio de un monte, con frecuencia escarpado, cubierto de espeso matorral. En las laderas de la Contraviesa, por su parte, la vid se ha hecho dueña y señora aunque, a decir verdad, apenas sí luce, si no es en otoño.

La rampa, constante, apenas sí da tregua y, como quiera que el puerto es largo, no es conveniente desaprovechar la fuente que encontraremos a nuestra derecha mediado el segundo kilómetro, pues ya no habremos de toparnos con otra hasta Trevélez.

Es recomendable rellenar los bidones en la fuente que encontramos casi a pie de puerto.

Como las famosas “escarihuelas” del camino medieval de la Alpujarra en su tramo del portichuelo –sendero hollado por frecuentes caminantes aún hoy día-, también en la carretera moderna nos vamos a encontrar un bellísimo zigzagueo propiciado por una docena de curvas de herradura que salpican el trazado de principio a fin, siendo especialmente escénicas –añadimos- las que nos encontraremos después de Almegíjar.

A esta población arribamos a la conclusión del cuarto kilómetro, aunque siendo estrictos la vamos a bordear por el oeste. A la vista, en todo caso, queda su caserío de estructura típicamente alpujarreña, de casas apiñadas y encaladas con los característicos techos planos cubiertos de grisácea pizarra o de launas. Apenas sí destacan un par de edificios por encima de las viviendas, acaso el ayuntamiento y la iglesia. Constantemente dirigiremos nuestras miradas hacia esta localidad en los próximos kilómetros como embelesados por el entorno de su enclave y merced a una carretera de lo más escénica.

Bellísimo trazado en constante zigzagueo y con excelentes panorámicas.

Sin tregua que valga, continuamos hasta un primer altillo previo al cruce de Cástaras, hasta donde nos lleva un merecido descenso. Hasta este punto hemos ganado altura sobre el valle en pendientes constantes entre el 6-7% y hemos ampliado nuestra panorámica hasta las cumbres de Sierra de Lújar, La Contraviesa  e incluso tímidamente hasta la Sierra de Gádor. Aunque el esparto domina las pétreas laderas, lo cierto es que el rumor del agua es constante por doquier, aflorando en ocasiones junto a la carretera por acequias que, en ocasiones, no son sino antiguas “obras de moros”, como llaman por aquí a las construcciones de la época de dominio musulmán.

La carretera remonta la ladera con la Sierra de Lújar como telón de fondo.

Una vez en la encrucijada, dejaremos la carretera de Cástaras a la derecha para seguir remontando hasta el portichuelo en las inmediaciones de las minas de El Conjuro, explotadas desde época musulmana como mínimo -según han mostrado unos restos arqueológicos allí encontrados- hasta finales del siglo pasado, aunque de manera intermitente. Tanto las instalaciones del s. XX, abandonadas, como la ladera de la mina claramente erosionada por la acción humana, son perfectamente reconocibles.

Las minas de El Conjuro son fácilmente reconocibles. Todavía se conservan algunos instalaciones en estado ruinoso.

Pues bien, el trayecto que atraviesa la mina resulta el de mayor dificultad hasta el momento, con un kilómetro por encima del 8% de media y rampas de hasta el 14% poco antes de coronar el portichuelo. Desde la carretera, que aún traza varias herraduras, nos es posible contemplar varios pueblecillos acostados en el barranco de Trevélez, así Busquístar en primer término y algo más lejos Pórtugos y Pitres, quedando ocultos tras una loma Atalbéitar y Ferreirola, cuyo nombre parece clara referencia a la mencionada actividad minera de la comarca.

Durísimo repecho a la salida de la mina. Abajo a la derecha podemos observar la acequia Real de Cástaras.

Aunque el cartel no lo vamos a encontrar hasta el cruce con Trevélez y Juviles, lo cierto es que el sitio del Portichuelo de Cástaras se encuentra poco antes de ese punto, a casi 1.400 m. de altitud, en una de las encrucijadas más importantes de la Alpujarra. En las inmediaciones del lugar se encuentra la acequia Real de Cástaras, proveniente de la sierra, y en el sitio se cultivan desde no hace mucho fresas de alta montaña. Varios cientos de metros más adelante un falso llano nos sitúa en el actual cruce de carreteras donde, ahora sí, encontraremos manifiesta referencia del lugar en que nos hallamos.

Foto de rigor junto al cartel.

Mientras que la mayoría de cicloturistas darían por terminado su ascenso aquí, a nosotros, en cambio, nos gusta siempre buscar el punto más alto posible y, aunque entre medias hay un tramo ciertamente irregular, la posibilidad de degustar un buen jamón serrano es más que sobrado aliciente para alentarnos a seguir la marcha en pos de Trevélez.

El camino se vuelve cómodo y el entorno cambia drásticamente.

Los próximos kilómetros serán cómodos y, de hecho, antes de retomar la subida disfrutaremos de un corto descenso. La subida, en sí, además de irregular, es bastante suave hasta el kilómetro 18 en que encontramos un descanso aún más largo y pronunciado. Pasado el barranco de los Castaños –apropiada denominación habida cuenta del cambio de vegetación que notamos en estos lares- un repecho de mayor pendiente corta el descenso y nos sitúa casi en las inmediaciones del río Trevélez. El río, que excava el barranco que venimos remontando desde hace kilómetros, lo vadeamos al poco en una amplia vaguada, punto en que se inicia el ascenso final hasta el pueblo.

Trevélez es uno de los grandes pueblos de la Alpujarra Alta.

Trevélez, dividido en tres barrios –Bajo, Medio y Alto- es uno de los destinos turísticos preferidos de La Alpujarra ya que, además del encanto de su arquitectura popular y de sus empinadas, estrechas e intrincadas callejuelas -especialmente las del barrio Medieval o Alto-, es punto de origen de múltiples senderos que se adentran hacia las alturas del Parque Natural y, por si fuera poco, renombrado rincón gastronómico, no sólo por sus afamados jamones, sino también por la exquisitez de su buena mesa: hay que cuidarse de catar la trucha al jamón, el choto al ajillo o el plato alpujarreño entre otras célebres viandas.

Junto a la carretera principal proliferan restaurantes y alojamientos.

El caso es que el barrio Bajo o, por lo menos, lo que de él podemos ver desde la carretera principal, nos defrauda de primeras. Y es que la faceta turística ha acabado por imponerse hasta tal punto que tan sólo alcanzamos a distinguir bares, restaurantes y hostales y un buen número de excursionistas deambulando de acá para allá. Sin embargo, llegados a una fuente encontramos un cruce a derechas que nos invita a seguir subiendo hasta los barrios Medio y Alto.

Aunque hay que callejear, el camino está bien señalizado.

La leyenda dice que cada uno de los barrios correspondía a tres hermanos, los Vélez, primeros habitantes del lugar y de ahí el nombre del pueblo, aunque lo cierto es que hay quien remonta la etimología al latín y, en concreto a la palabra vallis (valles en plural) que haría referencia al emplazamiento del pueblo -cuyos orígenes, en cualquier caso, remontan más allá de la presencia musulmana- en distintos valles.

Siguiendo la señalización alcanzamos por medio de fuertes rampas el punto más alto del puerto que se sitúa en un aparcamiento a 1.528 m. de altitud, aunque se puede seguir ascendiendo más arriba por calles muy empinadas y sin salida.

La imagen no engaña: la última rampa alcanza hasta el 16% de pendiente máxima.

Finalmente, aunque en Trevélez se glorían de ser el municipio más alto de España, hemos de expresar nuestras dudas al respecto, ya que tanto Valdelinares (Teruel) como algunos otros municipios lo aventajan en ese “honor”.

GALERÍA FOTOGRÁFICA.

Mapa:

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