Altimetrías

Alto de Despiernacaballos, el cañón del río Segura.

Estado del firme:***

Dureza:**

Volumen de tráfico:*

Consejos y sugerencias: conviene no dejarse engañar por su pendiente media, ya que los kilómetros finales son muy cómodos. Además, continuas rampas de doble dígito salpican la subida. Por lo demás, imprescindible llevar cámara de fotos.

La recientemente asfaltada pista de Despiernacaballos nos introduce en uno de los más soberbios parajes de la Sierra de Segura.

Transitar por la pista de Despiernacaballos, recientemente asfaltada, ha sido uno de los mayores placeres que hemos experimentado últimamente a lomos de nuestra flaca.

Su ubicación, en pleno corazón de la Sierra de Segura, y un trazado retorcido que remonta un cortado, verdadero cañón excavado por el río Segura, con un espeluznante barranco de los de quitar el hipo –que justifica ampliamente el curiosísimo nombre de la pista- no dejarán a nadie indiferente.

Por trazado y entorno estamos hablando de uno de los puertos más espectaculares y escénicos de la provincia de Jaén. Foto por cortesía de Franci García.

Podemos dividir el puerto en dos partes bien diferenciadas, tanto por su entorno y vegetación, como por sus números. Así, los primeros 8 km. arrojan una pendiente media de prácticamente el 7%, cifra nada desdeñable, con fuertes rampas e incluso un kilómetro bastante exigente a más del 10%; por otra parte, los casi cuatro kilómetros finales se caracterizan por un falso llano, apenas cortado por alguna rampa de entidad, y la vegetación, que desde las primeras estribaciones se había mostrado exuberante, aunque siempre presente ralea en los “altos de Pontones” donde el frío y los vientos castigan con más fuerza.

El puente sobre el río Segura nos retrotrae a épocas pretéritas.

Pasamos el Segura por un estrecho puente que nos conduce a la aldea de la Toba, una pequeña población al pie de unas formaciones rocosas que la erosión ha modelado caprichosamente: los poyos que, como agujas apuntando hacia el cielo, se erigen desafiando la gravedad y los elementos.

Iniciamos el ascenso con los Poyos de La Toba sobre nuestras cabezas.

Tras un cruce que se adentra en la aldea –y que nos lleva, por cierto, hasta una fuente de agua potable en una centena de metros- y tras un corto falso llano, la carretera se apresura a ascender de forma abrupta entre pinos. A nuestra izquierda, desde las alturas de los poyos, se precipitan regatos por doquier –pasaremos algún que otro vado inundable- y con frecuencia encontramos cantos sobre el asfalto desprendidos por las escorrentías.

Muy abajo hemos dejado La Toba.

Llevaremos la dirección contraria al curso del Segura durante cuatro kilómetros que nos van a permitir –si no lo impiden las rampas de hasta el 15%- recrearnos en el valle surcado por el río: mera antesala de lo que nos espera desde más arriba. Abajo, la aldea y, más allá, el embalse de Anchuricas, temprana y breve pausa en la cabecera del río, apenas emergido de su cuna, en su andadura hasta el Mediterráneo.

Nos disponemos a trazar la segunda de las curvas de herradura, donde la pendiente alcanza ya el 16%.

Una primera sucesión de herraduras a izquierda y derecha nos dejan rumbo al magnífico escenario que constituyen las paredes cuasi verticales que impiden la salida del valle o, más bien, nos lo van a poner difícil, porque salida sí que vamos a encontrar. Un pinar de repoblación cubre buena parte de la angostura engalanando la roca, que sólo aflora en las zonas más encrespadas donde ni siquiera los arbustos osan enraizar.

En los kilómetros centrales remontamos un barranco de impresión.

Siendo tal la ladera, la carretera se abre camino por ella colgada en forma de escaleruela, esto es, a base de herraduras, cuatro en total, trazando zetas en un tramo de apenas 2,5 km. que probablemente son los más duros de todo el ascenso y, con diferencia, los más escénicos: si la pendiente máxima alcanza el 18%, la panorámica se prolonga hasta algunas de las cimas más altas y emblemáticas de la sierra, con el majestuoso Yelmo a la cabeza. El espectáculo que nos ofrece el puerto es tan grandioso que nos atrevemos a afirmar que Despiernacaballos compite en belleza con la subida al coloso segureño. Ahí es nada.

Antes de abandonar el «cañón del Segura» nos deleitamos en la contemplación de algunas de las más importantes cimas de la sierra.

Unos cientos de metros después de la última paella -de insuperables vistas, por cierto-, ceja la pendiente y nos adentramos en los kilómetros finales, dejando atrás un magnífico escenario difícilmente descriptible con palabras. Ahora ganamos una zona alta, prácticamente plana, como una pequeña meseta o páramo.

En falso llano llegamos a la cima, poco antes del cruce con la carretera autonómica.

En las montañas circundantes casi siempre acompaña arboleda, pero lo cierto es que el matorral y la piedra se hacen dueños del entorno y, además, hemos cambiado el barranco por una zona amplia muy abierta con la Sierra de Almorchón de fondo, mientras que la pendiente irá descendiendo paulatinamente hasta llanear, alcanzando el punto culminante, no obstante, a contados metros del cruce con la A-317, punto en que situamos la cima de este imprescindible alto de Despiernacaballos.

GALERÍA FOTOGRÁFICA.

Mapa:

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