Altimetrías

Puerto de La Ragua, lucerna entre La Alpujarra y El Marquesado.

Estado del firme:*****

Dureza:***

Volumen de tráfico:**

Consejos y sugerencias: frío en invierno, caluroso en verano; más de 1.500 m. de desnivel, aunque sin grandes rampas en sus 25 km. de ascenso. Un puerto de contrastes que hay que tener en consideración para no pasarlo peor de la cuenta.

El Puerto de la Ragua, sin duda uno de los grandes puertos andaluces por su altitud, su belleza, su longitud y dureza.

Narran las crónicas antiguas –y no tan antiguas- sobre la dificultad del paso de la Ragua ya desde antaño:

La Sierra, no es franqueable en todo el año, sino algunos pocos días del mes de Julio («entre la Virgen del Carmen y Santiago» -dicen los prácticos del terreno), y eso con insufrible fatiga y peligros espantosos… Cierto que por la parte de Guadix, casi al extremo de la cordillera, hay un Puerto, llamado de la Ragua (Rawa se escribía antes), al que conducen escabrosísimas sendas, y por donde es algo frecuente el paso en días muy apacibles, si bien nunca en el rigor del invierno; pero, así y todo, se han helado allí, en las cuatro Estaciones, innumerables caminantes, de resultas de los súbitos ventisqueros que se mueven en aquel horroroso tránsito.

(Pedro Antonio de Alarcón, La Alpujarra, sesenta leguas a caballo precedidas de seis en diligencia)

El mismo autor se refiere al puerto de la Ragua como “[…] temeroso camino de Guadix, paso estratégico de los moros, región en que se han helado tantos viajeros”.

Como casi siempre, las cifras del cartel de la cima no coinciden con la de los mapas oficiales.

Y es que, a pesar de no ser buen camino, su importancia venía dada principalmente por ser el paso directo más bajo (2.041 m.) entre la costa y el altiplano, a menos –claro está- que el viajante estuviera dispuesto a dar un largo rodeo. Es por ello por lo que La Ragua, collado que media entre el Chullo (2.612 m.) y el Morrón del Mediodía (2.745 m.), siempre ha resultado a pesar de su altitud un paso de claro valor estratégico.

No en vano, ha sido testigo de algunos episodios históricos del medioevo: por su cumbre pasó Abderramán III a principios del s. X para sofocar las sublevaciones de los afines a Omar ben Hafsún, azote de los Omeyas. Más tarde, fueron los nazaríes, arrinconados en la Alpujarra por las tropas cristianas de los Reyes Católicos, quienes se apostaron en la Ragua. Una veintena de años después de estos acontecimientos, se llevó a cabo la construcción del castillo de La Calahorra, elegante fortín a los pies del puerto por su vertiente septentrional y primera obra del Renacimiento civil español.

Laroles, puerta oriental de La Alpujarra granadina.

Llevada a su término la Reconquista, ya en la Edad Moderna, poco fue el tiempo que transcurrió hasta que los moriscos se sublevaran en la Alpujarra (y zonas anejas) al mando de Fernando de Válor, que se hizo llamar Abén Humeya, frente a Felipe II, quien dejó el asunto en manos de su hermanastro, Don Juan de Austria. Como pueden adivinar, el puerto y sus inmediaciones fueron escenario de nuevas escaramuzas.

Su posterior uso por arrieros, principalmente para el transporte del pescado desde la costa al interior, hizo de este puerto una de las vías de comunicación más importante entre ambas zonas. Más tarde, el florecimiento del turismo rural junto con el auge de la práctica de los deportes de invierno dio el impulso definitivo para que el de la Ragua fuera uno de los primeros caminos de La Alpujarra en adecentarse y pavimentarse allá por los años 60 del pasado siglo.

El que otrora fuera un difícil camino para bestias de tiro y carruajes es hoy una magnífica carretera en su vertiente meridional.

En cambio, el hispanista Gerald Brenan, que vivió durante varios años en La Alpujarra a principios del s. XX, apenas sí se refiere a este puerto en su famosa obra Al Sur de Granada más que para señalar un par de datos: en primer lugar, el habitual tránsito de gitanos por el paso alto de la Ragua que desde las ferias de Guadix y Fiñana traían mulas y burros para venderlos en Las Alpujarras (mientras que menciona el puerto del Lobo, al oeste de la Ragua y más elevado, y el de Bérchules como los pasos más habituales para atravesar la sierra); su segundo comentario, ya en el epílogo de la obra, sirve para señalarnos la época de construcción de la carretera –muy mala, por otra parte-, que no es otra que la Guerra Civil.

Inicio de puerto en Cherín.

Pero si la empresa de superar el puerto resultaba fragosa antaño, según hemos visto, en nada desmerece el actual ascenso de la Ragua para los tiempos que corren: sus algo más de 1.500 m. de desnivel desde Cherín, sus 2.041 m. de altitud y sus poco más de 25 km. de longitud con una pendiente bastante mantenida en todo momento, nos han llevado a establecer una comparación con el famoso Col de la Madeleine, en los Alpes franceses, cuyas cifras por la vertiente de La Chambre son similares, excepto porque al remontar un desnivel levemente superior al de la Ragua en menor distancia (20,9 km.), arroja una pendiente media más alta y, por lo tanto, cuenta con una mayor dureza. Salvando las distancias La Ragua sería, en definitiva, una suerte de petite Madeleine más largo, pero también más tendido.

Comenzamos el puerto en Cherín, en el cruce de la carretera de Berja y Ugíjar, municipio éste último al que pertenece. Obviando a la derecha el “Puente de Hierro” (s. XIX), que atraviesa el río homónimo de la localidad en que nos encontramos, emprendemos la marcha en dirección a Picena y a Laroles.

Carretera impecable entre laderas peladas.

Carretera buena, rampas livianas de inicio… Nada nos haría presagiar que estamos a punto de superar un puerto de la categoría de La Ragua de no ser porque ante nosotros no podemos ver más que elevadas montañas y pequeños pueblos acostados en sus faldas. Destacable en este puerto son los contrastes de su paisaje debido probablemente a la enorme diferencia de altitud entre su inicio y su final: aunque en aquél, junto al río, es común la arboleda, sobre todo frutales, al poco, tras un corto descansillo, la carretera comienza a serpentear en medio de un secarral de lomas y tajos áridos, completamente desangelados, que el sofocante calor estival nos llevó a denominar como “Horno de Cherín”; por el contrario, el final del puerto se caracteriza por un pinar, fruto de la repoblación llevada a cabo entre los años 30 y 50 del pasado siglo y el típico paisaje de alta montaña.

Entrados en el cuarto kilómetro encontramos un corto descenso. Arriba se muestra Bayárcal.

Seguimos la marcha entre olivos por una carretera estrechita en que la pendiente se va a situar próxima al 8% -y así durante unos 4 km.- en lo que será el tramo de mayor dureza sostenida del puerto. Mediados estos 4 km. se sitúa Picena, una coqueta localidad que conserva perfectamente la característica estructura de los pueblos alpujarreños, con sus calles retorcidas y sus casas apiñadas.

Al paso por Picena las rampas ya se sitúan en un 8% constante.

Al poco de abandonar Picena, cuando los almendros empiezan a ganar espacio a los olivos, encontraremos un tramo con carril lento -signo inequívoco de que la pendiente es elevada- que va a concluir justo al llegar al primer desvío hacia Laroles, aunque la carretera será a partir de ahora considerablemente más ancha que en su inicio.

Hasta esta localidad, puerta de La Alpujarra, aún nos resta un kilómetro en que, tras pasar una amplísima herradura a izquierdas, la pendiente nos concede una merecida tregua.

Carril «lento» en las proximidades a Laroles, signo inequívoco de fuertes pendientes.

Laroles es actualmente capital del término municipal de Nevada, cuya administración territorial es similar al de la tahás nazaríes en las que se agrupaban varias localidades. Destaca en su estampa típicamente alpujarreña la iglesia parroquial (s. XVI) de tres naves culminada posteriormente por una torre de ladrillo (s. XVIII).

Apenas sí hemos llegado a rozar el pueblo, cuando en medio de una herradura a derechas, justo en el cruce hacia Mairena y pueblos más afamados y lejanos como Trevélez, Capileira o Lanjarón, lo abandonamos, no sin antes llevar a cabo una parada para reponer fuerzas, ya que desde aquí aún nos restan 16 km. de ascenso continuo y unos 1.000 m. de desnivel.

Salimos de Laroles en un cruce que traza una herradura tras pasar junto a una gasolinera.

Entre rampas del seis y el ocho por cien, la carretera se apresura a trazar curvas de herradura, curiosamente emparejadas, para remontar la ladera de la montaña girando de norte a sur. Acostado en la ladera del Chullo, provincia de Almería –constantemente a nuestra derecha en el sentido del ascenso-, podemos contemplar el pintoresco pueblo de Bayárcal, el más alto de su provincia, además de dominar con la mirada la Sierra de Gádor y la Contraviesa a nuestras espaldas.

Remontamos a fuerza de torcer herraduras con la vista de Bayárcal en la ladera del Chullo.

La ausencia de toda sombra es compensada por el frescor del aire en esta zona más alta, si bien podemos llegar a pasar hasta frío en zonas más altas, después de habernos abrasado en el inicio.

Tras la última herradura tomamos definitivamente dirección norte remontando el curso del Arroyo de Palancón. El paisaje ha ido cambiando paulatinamente: almendros en primer lugar y encinas, en segundo, terminarán por dar paso a un paisaje de alta montaña remachado, en buena parte del año, por la nieve en las cumbres que nos circundan. Al fondo se adivina el collado, si bien aún hay que dar muchos pedales para ganarlo.

Al fondo ya se adivina el collado, aunque aún nos resta mucha tela por cortar.

Un oportuno descansillo al iniciar el decimonoveno km. nos introduce en la que es, probablemente, la parte más escénica y bella de todo el puerto. Desde el cruce de la carretera que baja hacia Bayárcal –más abajo, en las herraduras, hemos dejado otro cruce hacia el mismo pueblo- nos restan unos 5 km. de subida en que el pinar que cubre las laderas y los barrancos, normalmente verdes incluso en verano, nos producen la sensación de rodar por un puerto de los Pirineos o de los Alpes…

Nos acercamos al cruce de Bayárcal para adentramos en los últimos y espectaculares cinco kilómetros finales.

Al salir del barranco del Hornillo, tras una curva de vaguada a derechas con fuerte pendiente, nos topamos con un mirador que nos invita a hacer un nuevo alto para asomarnos y contemplar el trazado rectilíneo por donde acabamos de rodar e, incluso, cuando los días son favorables, el cerúleo Mediterráneo en el horizonte.

Vegetación de alta monaña en la zona alta del puerto.

Las montañas se van aproximando hasta unirse en el collado, que alcanzamos tras una recta final en que la pendiente ceja paulatinamente hasta llegar falsollaneando al cambio de aguas que implica el puerto de la Ragua. En la cima, a 2.041 m. de altitud, en medio de un enorme cortafuegos se ubican las instalaciones de la estación de esquí de fondo y el área recreativa.

Larguísima recta final antes de ganar la cima.

Concluimos con un apunte a título de curiosidad sobre la etimología del puerto, ya que Francisco López de Tamarid lo recoge en su Compendio de algunos vocablos arábigos introducidos en la lengua castellana (dentro, a su vez, de Orígenes de la Lengua Española, 1737, Don Gregorio Mayáns i Siscár edit.), traduciéndolo como Puerto de la Espuma en virtud, suponemos, del significado del vocablo “ragua” (ragwah) en árabe. Hay quienes han querido identificar el término con las más que habituales nubes que se acuestan en el collado y su entorno –algo común, por otra parte, en toda Sierra Nevada- e incluso con la espuma que formaría el curso de los distintos arroyos en el deshielo de las nieves.

GALERÍA FOTOGRÁFICA.

Mapa:

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