Altimetrías

Puerto de Albanchez, un poeta desde su ventana.

Estado del firme:***

Dureza:**

Volumen de tráfico:*

Consejos y sugerencias: el puerto enlaza muy bien con la subida al Mojón Blanco (tramo asfaltado del Pico Almadén desde Mancha Real) y, un poco más lejos, con la Allanada del Santo en La Guardia de Jaén. Albanchez es, en todo caso, un ascenso imprescindible, si se quiere rodear en bici la Sierra Mágina.

Por las estrechas callejuelas de Albanchez.

El río Cuadros aparece como uno de esos tenues cauces de agua que escurren de la ladera norte de Sierra Mágina en pos del Guadalquivir por la vega jienense, irrigando a su paso olivar y huertas y sonrosando sus riberas con la exuberante flor de la adelfa. Más cerca de Bédmar que de Jimena, en dirección a este último, nos vamos a encontrar el puente que lo sortea por la autonómica A-320, siendo el punto exacto donde vamos a dar por iniciado el ascenso al Puerto de Albanchez, uno más de tantos y tantos puertos desconocidos de la provincia de Jaén, desconocidos para el gran público -especificamos-, pues está incluido en la lista de puertos C.I.M.A. y ha sido pieza de caza cobrada por parte de muchos cicloturistas.

Abandonamos el puente sobre el río Cuadros con el Aznaitín frente a nosotros.

Precisamente será el tramo inicial, el que conecta con Jimena, el más anodino de todo el ascenso: buena y ancha carretera, algo de tráfico y olivar, siempre olivar.

Tras las hileras de olivos que envuelven las lomas, cierra el panorama el Cerro del Aznaitín, imponente mole rocosa que abriga las localidades de Albanchez, Jimena y Torres. A la izquierda varios collados enlazan el cerro con las más altas cumbres de Sierra Mágina y, aunque todavía no tenemos conciencia de ello, en el de menor altitud de estos se ubica la cima del puerto que nos disponemos a escalar.

Cruzado el puente, la carretera no aumenta bruscamente la pendiente, sino que sube sin estridencias, a base de liviana pero constantes rampas que rara vez superan el 6%. Este inicio resultaría muy agradable de no ser porque el tipo de carretera no ayuda a disfrutarlo.

Cruce de Jimena hacia Albanchez.

Así que, más como trámite que otra cosa, completamos los casi cuatro kilómetros que distan hasta el cruce de Albanchez en las inmediaciones de Jimena cuyo caserío ni siquiera vamos a llegar a alcanzar, sino que tomaremos un cruce hasta la izquierda en dirección a Albanchez de Mágina, antaño apellidada de Úbeda. Poco antes, incluso, hemos obviado una salida a la izquierda por un camino rural que resulta ser una trocha, aunque del estado del firme no podemos dar cuenta propia, sí que reduce el trayecto y aumenta la pendiente notablemente.

Sierra Mágina cierra el horizonte de olivos.

Al trazar el giro, junto a varias casas que intuimos anticipo de Jimena, una fuente y una ermita -santuario incluso- la de Cánava, que guarda la imagen de la Virgen de los Remedios a la que los jimenenses profesan verdadera devoción desdel el s. XVII.

Convidados por la fuente a apaciguar la sed, reanudamos la marcha saliendo al punto de las pocas edificaciones de Jimena que vamos a contemplar.

La carretera, más estrecha, sigue por lo demás instalada en la monotonía del olivar, que trenza un ondulado tapiz al tresbolillo o al seto del secano sobre las curvas lomas desde las que se alza el encrespado Aznaitín, dueño -rato ha- de todas nuestras miradas.

Descansillo en la subida. Pedaleamos camino de Albanchez.

Como a un kilómetro encontraremos a nuestra derecha el desvío al pinar de Cánava (justo por donde a nuestra izquierda empalma el camino rural que comentábamos antes). Este bosquete, una mancha de pino carrasco con ejemplares de hasta dos siglos y medio de edad, recibe la consideración de Monumento Natural dentro mismo del Parque Natural de Sierra Mágina, lo que lo convierte en una de las zonas más visitadas de su entorno.

Al poco la cuesta, que tampoco forzaba sus rampas, decrece y el ascenso deviene en paseo hasta llegar a la altura de un camping, sito justo en un primer altillo.

La belleza del lugar está fuera de toda duda. Albanchez.

Siete kilómetros llevábamos ya de puerto, más uno que encontramos de bajada y nos vemos ya con la mitad de nuestro camino completado.

Las cumbres de Mágina cierran nuestra vista imponentes, encanecidas por los rigores del invierno y la floración del cerezo y del almendro, fútil competencia del verde olivar de la campiña.

Entramos en el pueblo presidido por la cruz de Santiago y el castillo medieval.

Pronto, al pie de la roca y sobre los sembrados, destaca la blanca cal que enjalbega las casas de Albanchez. Y encaramado en las escarpadas aristas de la montaña, su castillo. La panorámica del pueblo rodeado de montañas y olivos ciertamente nos parece de notable belleza. Tal es así que la mayor parte de la aproximación al pueblo resulta a nuestro ojo uno de los momentos más visuales del ascenso. Y añádase a ello el hecho de que pedaleamos, además, por un todavía cómodo trayecto.

Por fin llegamos al pueblo, cuya travesía, nos resulta especialmente atractiva ya que la carretera no atraviesa la población, sino que muere al penetrar en sus calles y será, precisamente, callejeando como vamos a salir de Albanchez.

Travesía con encanto.

Albanchez es un pueblo de origen medieval, aunque en su término municipal se hallaran restos de pobladores prehistóricos y también piezas y monedas de origen romano. Del medioevo sería su primera muralla y, por supuesto, el castillo primigéneo, de origen musulmán, y la torre erigida sobre la peña, probablemente de época cristiana.

La planta de la población corresponde con la de un típico pueblo serrano de estructura islámica, con sus casas apiñadas y sus callejuelas, como bien podremos comprobar durante la travesía.

Un alto a la salida del pueblo.

Además del castillo, despuntan dos edificios por su altura y su porte: la torre del reloj, del s. XIX y la Iglesia de la Asunción, de cuyo origen renacentista dan buena cuenta la simpleza y austeridad de su fachada entre otros elementos arquitectónicos propios de la época.

Tras un descansillo en pleno centro del pueblo, una vez superada una fuerte rampa -la más dura de todo el puerto-, buscamos la salida y la hallamos junto a una fuente que, de nuevo, nos invita a detenernos.

Estampa invernal con las cumbres de Sierra Mágina bajo una fina capa de nieve.

De ascenso poco más de cinco kilómetros nos restan, los de mayor dificultad de la subida, lo cual tampoco es que sea decir gran cosa, pues la pendiente media del más duro alcanza el siete por cien. Lo único que puede pesarnos es que el puerto cuenta con cierta longitud y los últimos tres kilómetros rondan ese 7% de forma muy constante.

La carretera se ha estrechado, pero también ha ganado encanto.

Por lo demás, la carretera se ha estrechado y el firme nota cierto desgaste -más bien denota cierto descuido de las administraciones-, pero adquiere un encanto del que venía careciendo hasta la entrada misma en Albanchez.

Salir del pueblo ha supuesto también que esa mirada que instantes antes permanecía fija en el pueblo y en la sierra incline su dirección ladera abajo. Allí, en dirección noreste la aparece Bédmar al pie de su sierrezuela.

Al fondo Bédmar.

La carretera se ha ido adentrando en la montaña hasta el punto de quedar cerrada por una especie de U que encuentra salida en dirección a Bédmar y el Guadalquivir. Al trazar una primera herradura a derechas, reaparece la visión de Albanchez y el castillo, cada vez más pequeños bajo la mole que los resguarda.

Aún asoma el castillo, empequeñecido por la mole del Aznaitín.

El Aznaitín alcanza casi los 1.750 m. de altitud, varios cientos de metros por debajo de las cumbres más altas de Sierra Mágina, pero su figura es muy destacada y descollante hasta el punto de que un ilustre poeta desde su vivienda ubetense lo recogía en unos versos allá por los albores del pasado siglo:

NOVIEMBRE 1913

Un año más. El sembrador va echando
la semilla en los surcos de la tierra.
Dos lentas yuntas aran,
mientras pasan las nubes cenicientas
ensombreciendo el campo,
las pardas sementeras,
los grises olivares. Por el fondo
del valle, el río el agua turbia lleva.
Tiene Cazorla nieve,
y Mágina, tormenta;
su montera, Aznaitín. Hacia Granada,
montes con sol, montes de sol y piedra.

Antonio Machado, Campos de Castilla (1917).

De la niebla que suele cubrirlo da cuenta también el refranero popular:

«Cuando el Natín tiene montera, llueve quiera Dios o no quiera»

Siendo «Natín» la forma en que lo llaman quienes pueblan a su abrigo, creadores también de diferentes leyendas sobre su entorno.

En esta zona, por momentos, la arboleda comienza a ralear.

Y, por acabar de referirnos a la importancia de esta montaña para sus gentes, también se conoce como puerto del Aznaitín el que nos disponemos a coronar en unos cuantos kilómetros, ahora que precisamente hemos abandonado sus laderas por las de El Cerro de Enmedio que se ubica, haciendo honor a su nombre, dividiendo montes de mayor fuste.

La zona más alta del puerto ve, a medida que traza curvas, cómo la arboleda va paulatinamente desapareciendo -sin acabar de retirarse- y dejando paso al matorral y la roca viva.

Instantes finales del ascenso con el collado a la vista.

Casi rectilíneo, el kilómetro final nos vuelve a dejar magníficas instantáneas en nuestra retina. Incluso dejamos de pedalear unos instantes para tomar unas fotografías y echar la vista atrás por unos instantes: Albanchez rato ha que no se ve, aunque se presiente tras las rocas; ganado el collado, con precaución, bajamos camino de Torres para rodear el Aznaitín. El mayor escollo ya está superado.

GALERÍA FOTOGRÁFICA.

Mapa:

5 respuestas »

  1. Impresionante vuestra página, siempre la he seguido atentamente, pero ahora que me he trasladado a Málaga, espero con impaciencia nuevas altimetrías de la zona, sobre todo de la Axarquía. Mucho ánimo por vuestro trabajo, muchos os lo agradecemos

  2. Enhorabuena, una vez más, por vuestro magnífico reportaje sobre este puerto.

    La segunda parte, desde el cruce, me gustó muchísimo, más aún si se atraviesa el casco histórico de Albanchez y se hace parada en una de sus ricas y frescas fuentes. Desde allí, subida muy escénica y jugona.

    Muy buenos recuerdos!

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