Altimetrías

Puerto de las Atalayas, encrucijada de nuestro pasado.

Estado del firme:*****

Dureza:*

Volumen de tráfico:**

Consejos y sugerencias: se trata de un ascenso sin dificultad, pero en un enclave excepcional para el disfrute de, entre otras actividades, el cicloturismo. Esencial planificar una ruta por la zona y no obviar la visita a Las Mesas de Villaverde y las ruinas de Bobastro.

Las Atalayas es un puerto con poca chicha, pero con verdadero encanto.

En un enclave sin par en la geografía malagueña nos encontramos para ascender el denominado como Puerto de las Atalayas. Una tachuelilla tendida, pero bien bonita, en la carretera que une Campillos por Ardales transitando por las presas de los embalses de Guadalteba, Guadalhorce y Conde de Guadalhorce. Precisamente a medio camino entre Ardales y los citados embalses se encuenta el cruce donde los mapas ubican el puerto. Para su ascenso, en cambio, hay que partir desde El Chorro, a los pies del desfiladero de los Gaitanes, compartiendo inicio -si se considera como parte del mismo- con el ascenso a Las Mesas de Villaverde (tomando el cruce de Bobastro que encontramos en el km. 2 de nuestra altimetría y tras un brevísimo descenso).

La fuente del Pilar marca el inicio de la subida.

La altimetría la comenzamos en la Fuente del Pilar, punto a partir del cual hemos notado que la pendiente, sin ser nada del otro mundo, resulta más homogénea, por así decir, ya que se podría tomar como inicio algún puentecillo antes del cruce de El Chorro, para añadir unos dos km. más, cuyo primero sería en ligera subida, pero el segundo de falso llano con pendiente incluso negativa… Poca cosa para un puerto flojito de números de por sí.

Tramo inicial no considerado desde el cruce de El Chorro, junto al la presa. Incluso se podría adelantar el inicio unos cientos de metros.

Pero no vayamos a caer en un error. En Las Atalayas lo de menos es su perfil. Se trata de una carretera eminentemente paisajística y que ha recibido una reciente renovación con ensanche, reasfaltado e instalación de biondas apropiadas para un espacio natural. Y todo ello debido a que se trata de uno de los accesos del «Caminito del Rey», del que hablaremos más abajo.

El Caminito del Rey colgado en la vertical de la roca del Tajo de la Encantada. Asusta sólo con verlo.

Como decíamos, tras un primer kilómetro suave -si venimos procedentes de Álora- y tras otro prácticamente en descenso y llano desde el cruce de El Chorro, nos vamos a situar junto a la fuente del Pilar, en un pequeño puentecillo, donde la carretera toma, por fin, sentido ascendente.

Subiendo suavemente y remontando las aguas embalsadas del Guadalhorce llegamos al Paraje Natural del Desfiladero de los Gaitanes. Desde luego, impresiona ver el tajo que hiende la roca en dos partes, como rebanada por un gigantesco cuchillo.


Pero más asombroso es, si cabe, el puentecillo que cuelga de un lado a otro de la piedra a considerable altura sobre el barranco (a unos 100 m. de promedio cuelga el Camito todo). Ello se debe a que antaño el río se precipitaba en tan elevada cascada que por debajo de la misma pasaban incluso carros de tiro. Y, si observamos con más detalle, veremos el camino que cuelga como por arte de magia de la pared completamente vertical. Se trata del conocido como “Caminito del Rey”, un sendero que data de principios del siglo pasado y cuya construcción fue motivada por la necesidad que la sociedad hidroeléctrica encargada de explotar los saltos de agua del Gaitanejo y del Chorro tenía por unir ambos para facilitar el paso de sus operarios.

El nombre del camino (recientemente rehabilitado y reabierto con sonado éxito) se debe a que en 1921 vino a inaugurar la obra el propio rey Alfonso XIII, quien lo atravesó de un lado a otro.

Abundante vegetación en esta parte del ascenso. Al fondo, elevada, la ermita de Ntra. Sra. de Villaverde.

La carretera va girando a la izquierda y tras de nosotros dejamos el impresionante desfiladero para adentrarnos hacia las Mesas de Villaverde. La carretera asciende muy suavemente, con descansillos, en pos de la ermita de Ntra. Sra. de Villaverde, cuya blanca construcción destaca en un paisaje rocoso y abundante en vegetación. Data de época mozárabe en su origen, aunque ha sido reconstruida y ampliada en numerosas ocasiones. Antiguamente solían celebrarse allí las fiestas de moros y cristianos, una más que probable reminiscencia de las cruentas batallas entre árabes y españoles que tuvieron lugar allí hace ya más de once siglos.

En sus inmediaciones se encuentran varias tumbas de época romana y, lo que es más evidente desde la carretera, numerosas oquedades en la roca a modo de cuevas que actualmente se siguen utilizando para guardar ganado.

La carretera se encajona en las paredes de roca.

Pasado el arroyo Granadillo las paredes de roca nos envolverán por unos instantes, pues la carretera ha sido excavada en la misma ladera de la montaña a nuestra derecha, quedando el cauce de agua a la izquierda.

Al poco de pasar la la ermita, tras un llanillo, la carretera se ha ido empinando paulatinamente y se mantendrá sostenida entre el cuatro y el seis por cien durante al menos un km. y medio.

Desvío hacia Bobastro y Las Mesas de Villaverde.

En ese espacio dejaremos al lado izquierdo el desvío hacia Bobastro y el mirador de Las Mesas de Villaverde, de visita más que recomendable, y la carretera se abrirá en una suerte de valle cerrado a nuestra derecha por la Sierra del Almorchón (en las estribaciones occidentales de la Sierra de Huma) a base de formaciones calizas moldeadas por la acción erosiva, mientras que a nuestra izquierda se elevan los primeros pliegues de la Sierra de Baños y las propias Mesas de Villaverde, donde el pinar se ha hecho amo y señor del espacio, que sólo encuentra tímida oposición en la flor del almendro allá por los albores de la primavera y, principalmente, en el matorral y el olivar cuando el puerto toca a su fin. Se trata, en efecto, de un verde pulmón en el noroccidente de la provincia malagueña que sorprenderá al visitante, más aún si afronta el puerto en descenso en vez de en ascenso.

Arboleda y roca cuando salimos del desfiladero.

Sin mayor dificultad que la de serpentear por las faldas de la Sierra de Almorchón, con algún que otro breve apartadero para detenerse -siempre recomendable donde se pueda- a tomar una instantánea, un nuevo descansillo sobreviene cuando aún no hemos ni entrado en calor. Trazaremos un par de curvas de vaguada a izquierdas y sobrepasaremos algún que otro altillo entre taludes de roca hasta que, precisamente tras la segunda vaguada, la carretera vuelva a ponerse de nuevo cuesta arriba con cierta intensidad.

Salimos de una última vaguada antes de afrontar el tramo más duro del ascenso en su parte final.

Algunas puntas del 8% nos ha llegado a picar nuestro clinómetro, aunque nada significativas en su longitud y casi imperceptibles si se goza de una buena forma física. Antes bien, el poco fuste del ascenso nos pide un poco más de energía en nuestro rodar, pese a que en este punto la pendiente es la mayor del puerto.

Recta final desde la rotonda de la cima.

Cuando el pinar empieza a ralear, aparece el matorral y se aclara el camino, el cruce de Las Atalayas se intuye cercano y nos damos el gusto de cambiar el ritmo. Pronto la señalización corrobora nuestra intuición y llegamos al cruce -ahora con rotonda- en que los mapas ubican el puerto.

Aquí mismo se ha habilitado un amplio aparcamiento junto al «Centro de Recepción de Visitantes de El Caminito del Rey» con excelentes vistas panorámicas al Embalse del Conde de Guadalhorce y al Castillo de la Estrella (Teba) en lontananza. Desde este centro está previsto que unos autobuses lanzadera lleven a los visitantes al punto de inicio de los senderos. El moderno edificio (obra de Luis Machuca) se ha construido, como una suerte de evocación, con los mismos materiales con que se ha rehabilitado «El Caminito» (acero, madera y cristal), un proyecto también llevado a cabo por el propio Machuca.

Centro de Recepción de Visitantes del Caminito del Rey en plena cima del puerto de las Atalayas. Detrás, se observan las aguas del embalse Conde de Guadalhorce y al fondo, a la izquierda, los restos del castillo de La Estrella en Teba.

Pero es que además, el lugar escogido no es baladí. Pues no sólo la belleza del entorno y la proximidad de los accesos al Caminito o de Bobastro destacan en este emplazamiento, sino que aquí mismo se ubican los restos de un importante asentamiento neolítico al aire libre (relacionado con otros rupestres cercanos como los de las cuevas de Ardales o Carratraca) con hallazgos múltiples de útiles de silex y piedras desbastados.

Desde un altillo poco antes de llegar a Las Atalayas procedentes de Ardales dominamos el entorno del Desfiladero de los Gaitanes y de Las Mesas de Villaverde.

Nos encontramos en un ancestral cruce de caminos ya desde la prehistoria, pues por él se conectaban las tierras de la franja del Guadalquivir-Ronda-Antequera con la costera mediterránea siguiendo el curso del río Guadalhorce y evitando, así, grandes pasos de montaña. Más tarde siguió siendo zona de tránsito entre Málaga y Sevilla de prácticamente todos los pobladores que han habitado la zona (los restos romanos de que hacíamos mención al transitar junto a la ermita o las propias ruinas de Bobastro nos hablan a las claras de dos épocas muy concretas, la de dominación romana y la Edad Media).

Y es que en cualquier inesperado rincón de nuestra geografía aflora su más remota prosapia.

GALERÍA FOTOGRÁFICA.

Mapa:

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