Altimetrías

Puerto Madrona, buscando el techo de Sierra Morena.

Estado del firme:***

Dureza:*

Volumen de tráfico:*

Consejos y sugerencias: por carreteras prácticamente inhóspitas como ésta lo más recomendable es hacer camino con abundantes viandas y agua. Por lo demás, el disfrute está servido.

La carretera de Puerto Madrona constituye un hermoso balcón de esta parte -aún desconocida para muchos- de Sierra Morena.

La vieja Sierra Morena se extiende al sur de la meseta, de Oeste a Este, tocando desde Portugal las distintas provincias del norte andaluz desde Huelva hasta Jaén y por el sur las de Badajoz y Ciudad Real, siendo ésta la provincia en que se alcanzan las cotas más altas en Sierra Madrona por encima de los 1.300 m. de altitud.

Nos disponemos a recorrer uno de los parajes más despoblados que conocemos, ya que entre la localidad jienense de Andújar y la ciudarealeña Solana del Pino distan 80 kilómetros y más de hora y media de camino en coche, entre infinidad de curvas y carreteras estrechas y no siempre en buen estado. Por el medio, el Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza y algunas urbanizaciones serranas dispersas, cortijadas aisladas y poco más. Pero ciertamente, pasado el desvío del Santuario, hay más probabilidades de cruzarse con un ciervo o mismamente con un lince, que con otro vehículo.

Casi todo vestigio humano en estos parajes está constituido por aisladas cortijadas que empequeñecen con la grandeza del paisaje.

En nada nos extraña esto a nosotros, una vez que hemos recorrido estas sierras en su parte onubense, hispalense y, sobre todo, cordobesa, en que la distancia entre poblaciones es similar y las carreteras, por norma general, parecieran trazadas por una lagartija correteando entre las lomas.

Aunque nos dispongamos a remontar Puerto Madrona, que recibe el nombre de este escalón en que Sierra Morena alcanza su cota más alta, lo cierto es que en la provincia ciudarealeña existe una carretera, no lejana, que supera a ésta en altitud, y de hecho, la N-420 que transita por la Sierra de Cardeña camino de Fuencaliente discurre más próxima a la máxima altura, La Bañuela con sus 1.333 m. s. n. m., que lo es también de toda la provincia.

Aunque alejada de las cotas más altas de esta Sierra, el puerto alcanza una altitud de cierta relevancia para lo que podemos encontrar por Sierra Morena, ya que está muy próximo a los 1.000 m. de altitud.

Pero Puerto Madrona atraviesa la cordillera algo más hacia el Este, remontando el valle del río Robledillo desde su ribera para salvar casi 500 m. de desnivel en unos siete km. y medio. Se trata de una subida verdaderamente constante en que sólo el primer kilómetro está por debajo del 6%, mientras que todos los demás se mueven en la horquilla del seis y el siete, sin apenas estridencias, tan sólo rampas dispersas que alcanzan el nueve por cien y, quizás, algún punto en que se llega al doble dígito.

Al llegar al puente sobre el río Robledillo en rápido descenso, sin mediar llano, comenzamos a subir el puerto.

Comienza el ascenso, en efecto, en un puentecillo que atraviesa el río Robledillo, afluente del Jándula que, a su vez, lo es del Guadalquivir, por lo que estas corrientes de agua, pese a encontrarse en Ciudad Real y en la línea norte de Sierra Morena, siguen su curso hacia la Depresión del Guadalquivir, no hacia la meseta como podría pensarse a priori.

La carretera, estrecha pero en buen estado, comienza a trepar por entre la vegetación riparia que la abraza por ambas márgenes y que pronto dará paso a extensas zonas de melojar y -donde este ralea- de matorral variado y abundante, que embriagará nuestras fosas nasales con su multiplicidad aromática. Tampoco escasea, en las partes altas del puerto, el pinar. En este sentido, nos ha resultado muy diferente a los paisajes más occidentales de la Sierra Morena, todo olivar y dehesa.

Unas bajas paredes de la piedra misma de la montaña jalonan este inicio en que el pedaleo siempre cadente y desenfadado permite ganar un ritmo propicio de ascenso. Atrás quedan las montañas por las que un vertiginoso descenso nos había conducido a pie de puerto y al fondo del valle y precisamente en este, a nuestra derecha, intuimos el cauce del Robledillo que vamos remontando en el sentido de nuestra marcha.

Entre taludes, una fuente arroja un tímido chorro de agua que no dejamos pasar (parte inferior izquierda de la imagen).

Al punto la carretera va a comenzar a trazar alguna curva, dando la sensación de ir adentrándose en los recovecos de la montaña. Al poco de comenzar el segundo kilometro de ascensión, junto a una vaguada a derechas, nos topamos con una fuente de agua potable… No dejaremos pasar la ocasión para repostar. Al punto, dejando sendos taludes de piedra a izquierda y derecha, una excelente panorámica nos permitirá contemplar el tramo que acabamos de transitar unos segundos atrás.

El tupido follaje nos da que pensar que estos parajes deben recibir abundantes lluvias y, de nuevo, nos induce a la comparación con las estribaciones cordobesas de la Sierra Morena, más seca, más desangelada, más áspera en general.

Nos vemos sorprendidos por el verdor de esta sierra.

Disfrutando del hermoso e inesperado verdegal, el pedaleo ha tornado más pausado, provocado sin duda por el tenue aumento de la pendiente que, en cualquier caso, tampoco llega a incordiar en demasía, antes bien, permite ir deleitándonos con el panorama cuando la verdura clarea.

Más sinuosa por instantes la carretera continúa hasta mediado el quinto kilómetro remontando el valle hasta trazar una curva de herradura a izquierdas.

La penetrante intensidad aromática, el frecuente escarceo de las alimañas entre los matorrales, el susurro del viento entre las ramas y las lomas, la policromática paleta con que la naturaleza da color al paisaje componen una dulcísima sinestesia que en no muchos lugares hemos podido paladear como aquí, todo un deleite estético: a sí misma se gustó natura en Sierra Madrona. El mirador del Robledillo, en plena herradura, nos obligará a detener por unos instantes la marcha para completo deleite.

Paz, tranquilidad… un lugar para perderse.

Pero, por encima de todo ello, aún más destacamos una extraordinaria sensación de paz que satura el aire y que, en acompasadas bocanadas, respiramos como si fuera nuestro último aliento.

Salimos de una herradura entre taludes y cambiamos la dirección del ascenso.

La mencionada herradura del mirador va a cambiar, como es de esperar, la dirección de nuestra marcha. Ahora vamos a tener la misma sensación incial de adentrarnos en la sierra y abandonar el valle, sobre todo al salir de la curva entre taludes de piedra con la montaña cerrando nuestra visión, aunque pronto a nuestra izquierda la vista vuelve a perderse hacia el horizonte. La carretera se convierte en una cornisa desde la que se gozan de excepcionales panorámicas hasta que unos pinos nos impiden la visión y una curva de herradura a derechas, ahora sí, nos va a introducir de pleno en el interior de la sierra. Precisamente un pinar de repoblación domina esta zona alta del puerto, a nuestra izquierda, aunque aún resistan junto a la carretera arbustos y melojos.

Antes de perder la vista hacia el valle a causa de la vegetación, volvemos a recrearnos. En la segunda línea de montañas, rasgando la ladera, se distingue la carretera del puerto de Los Rehoyos.

De frente en breve se intuye el puerto, donde el paso entre montañas es más bajo, por donde mismo pasan los cables de alta tensión y las torres en el claro de un cortafuegos.

Aunque visible, aún nos resta algo más de kilómetro y medio hasta el alto.

Quizás el puerto ha perdido el encanto de los primeros kilómetros, pero la cercanía de la cima nos genera cierto entusiasmo por coronar y quizás caigamos en el error de precipitarnos en acelerar la marcha y pagar el esfuerzo de un puerto que, sin ser gran cosa, podría ser perfectamente catalogado como 2ª categoría en cualquier carrera ciclista profesional.

La carretera mira hacia el interior y perdemos perspectiva, aunque lo cierto es que sigue teniendo cierto encanto.

Una postrera herradura a derechas plenamente inmersa ya en el pinar nos anuncia inequívocamente que nos encontramos dentro del último kilómetro del puerto. El valle ya no volveremos a verlo, aunque sí a intuirlo tras la arboleda, hasta llegar a la cima, donde el cortafuegos -torres de alta tensión mediante- nos regala un último vistazo antes de alcanzar la curva en que se encuentra el final del ascenso y el cartel con su denominación.

Un antiguo cartel nos ubica la cima.

GALERÍA FOTOGRÁFICA.

Mapa:

3 respuestas »

  1. Excelente trabajo, Martín y Miguel. Una descripción completísima, aderezada con una exquisita retórica, salpicada de brillantes recursos lingüísticos. Me llama la atención el conocimiento que tenéis de flora y fauna, Enhorabuena.
    Por mi parte, recuerdo mi incursión en Sierra Morena con agrado. Aquel día hice Madrona, Rehoyos y Calero, con escasísimo tráfico. Un disfrute para los sentidos, como exponéis en vuestra crónica. Un placer haber participado con algunas fotos.

    Saludos.

    Gorgonio.

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