Altimetrías

Puerto de Navalmoral, camino hacia las murallas.

Estado del firme:****

Dureza:**

Volumen de tráfico:*

Consejos y sugerencias: nos parece imprescindible acompañarlo de algún otro puerto vecino como Mijares o Serranillos, por mencionar un par que encadena bastante bien , y teniendo en cuenta siempre que una ruta por la zona, aunque los puertos no cuenten con fuertes pendientes, acaba acumulando mucha dureza…

Hermosas vistas desde las inmediaciones de la cima del puerto de Navalmoral.

El puerto de Navalmoral es todo un clásico del ciclismo patrio a causa de las muchas veces que ha sido incluido en la Vuelta Ciclista a España camino principalmente -si es que no siempre- de la meta en la capital abulense.

Se trata de un puerto que, además, cuenta con el misticismo que le confiere el haber formado parte del trazado de la legendaria etapa Salamanca-Ávila que allá por 1983 le otorgó la victoria a Bernard Hinault en la ronda española tras una exhibicion del bretón y que aún perdura como una de las mayores hazañas llevadas a cabo en la carrera, aunque este fraguó su éxito en el cercano puerto de Serranillos. A la conocida escabechina de Hinault, hay que sumar la que preparó a finales de los 90 el controvertido Frank Vandenbroucke quien, en claro servicio de mercenariato para un Jan Ullrich sin equipo en la montaña, arrancó la moto y montó una zapatiesta tal que aún hoy se recuerda como «la carnicería de Navalmoral».

(*Para más información sobre la presencia de Navalmoral en la Vuelta y, en general, de las montañas de Ávila os remitimos a un magnífico artículo que publicaron hace un par de años nuestros colegas de la Plataforma Recorridos Ciclistas. Lectura siempre imprescindible).

Inicio del ascenso en Burgohondo.

Y todo esto, curiosamente, en un puerto que presenta unas credenciales bastante limitadas en lo que a estándares de dureza se refiere: largo, ciertamente, pero muy tendido, cuyo kilómetro más duro presenta una pendiente media del 6,3%. Y téngase en cuenta que la carretera fue remozada hace poco más de un lustro y se recortaron algunas curvas, por lo que antaño aún era algo más largo y más tendido. Pero ya se sabe que, si el puerto no tiene mucha rampa, la velocidad de ascenso hace el resto (y, por supuesto, la dureza acumulada).

El puerto es largo siempre que lo empecemos desde Burgohondo, lo cual recomendamos encarecidamente más por cuestiones turísticas que propiamente ciclísticas.

Antiguo Monasterio de Santa María, hoy Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Burgohondo.

Burgohondo es una plaza de origen medieval -lo cual no significa que no haya huella del paso de civilizaciones más antiguas por estos parajes- con cierta preponderancia sobre las poblaciones de Gredos a partir de la erección del Monasterio de Santa María (s. XII) -hoy iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción-, que contó con el apoyo económico de lo más granado de la nobleza castellana durante siglos, reyes incluidos. En torno a la Abadía surge una población que se va a convertir en el s. XIII en la capital del Concejo del Burgo. Ello da fe de la notable importancia que tuvo desde un principio el Burgo en la comarca.

Largas rectas entre Burgohondo y Navalmoral

Así, además del monasterio, también se conservan el Archivo del Concejo (del s. XIII) de estilo gótico, la ermita de la Vera Cruz -antigua sinagoga del s. XV-, y múltiples caserones repartidos por la población que aún conservan los escudos nobiliarios de sus antiguos propietarios. Más moderno, del XVIII, es el ayuntamiento.

Sin embargo, en el ámbito ciclista los poco más de seis km. que nos separan de Navalmoral tienen poco interés: algún kilómetro al 4% que nos vamos a encontrar en la misma travesía del puerto, pero a partir de aquí afrontaremos un terreno irregular, con algún tobogán y falso llano por carretera ancha y eternas rectas en una zona de dehesa abulense, un trayecto que cuenta también con algo más de tráfico que el resto del puerto.

Entramos en Navalmoral de la Sierra.

Sí que es cierto que todo suma y que, además, como el puerto no es especialmente duro, no desentona en absoluto este tramo y, de hecho, mentalmente puede llegar a castigar más que una subida de otras características. De hecho, estaremos muy expuestos al viento y no es casualidad que vecino a la cumbre del puerto haya instalado un parque eólico.

La carretera se va a ir empinando paulatinamente y, al poco, entramos en Navalmoral.

A la salida del pueblo encontramos este cruce. No hay pérdida posible: seguimos rectos.

Al igual que con Burgohondo, el origen medieval de Navalmoral (Nava el Moral) está confirmado por documentos históricos, concretamente a finales del s. XI, aunque los restos de calzada existentes (hay un sendero que los recorre) hasta lo alto del puerto dan fe del paso de los romanos por estas tierras, como ya dijimos más arriba.

En la estampa del pueblo destaca el sobrio porte de la Iglesia de San Pedro Apostol de corte renacentista sobre un presbiterio gótico original. Cerca de la iglesia se ubican también los restos de la antigua ermita de Ntra. Sra. de la Aldea, que remonta sus orígenes hasta el s. XV.

En Navalmoral de la Sierra entramos después de trazar un doble giro, izquierda, recta, derecha, para encauzar el camino a la sierra, no sin antes cruzar la AV-905 en plena travesía.

Nos adentramos definitivamente en la montaña.

La montaña, que nos viene cerrando la panorámica ya de inicio, está ya ante nosotros. Nos disponemos a adentrarnos en el Espacio Natural de Protección de las Sierras de Paramera y Serrota, concretamente en la primera de las dos sierras mencionadas, aunque el puerto de la Paramera, entre El Barraco y Ávila está unos kilometros más hacia el Este.

La montaña luce un aspecto rocoso, sin demasiada vegetación (matorrales, sobre todo. Cercanos a la cima distinguiremos muy bien el piornal), fruto de la quema que históricamente han venido realizando los pastores para propiciar pasto al ganado, aunque Alfonso X en su Libro de la Montería -que ya hemos mencionado en otras entradas de este blog-, se refiere a algunos parajes de Navalmoral como «buen monte de oso en invierno e algunas veces en verano» o «et es bueno de oso et de puerco en verano», por lo que cabe pensar que en aquellos tiempos una tupida vegetación cubría las hoy peladas sierras, que siguen siendo nido seguro para rapaces como el águila real, dueña de los cielos del Alberche.

Algunas laderas lucen la vegetación que siglos atrás cubría la totalidad de estos montes.

La aspereza que nos transmite la sierra nos lleva, en nuestro lento pedalear, a discurrir sobre lo dura que debe ser la vida en estos parajes, sobre todo ante la crudeza de los inviernos mesetarios.

La carretera se va a adentrar por una vaguada que surca el arroyo de Santa María, dejando a nuestra derecha una pequeña elevación, que al decir de los mapas se trata del pico de Los Judios. Serán cauces como el de este arroyo los reductos de la mayor parte de la arboleda de estos montes. El trazado se nos muestra perfectamente visible en la ladera de enfrente buscando salida hacia la derecha por un collado que dista aún mucho de ser la cumbre de nuestro puerto… demasiado pronto aún para coronar.

Ganamos un primer collado.

La verdad es que el fino asfalto desliza bien y avanzamos más rápidos de lo que cabía esperar, por lo que pronto ganamos una zona de varias vaguadas que van a llevarnos a salir de este pequeño barranquillo, aunque antes disfrutaremos de una primera panorámica hacia la Sierra de Gredos.

En curva a izquierdas ganamos el mencionado collado y al poco vemos la carretera del puerto por varios sitios: de frente cuelga una herradura, a la postre será la penúltima del puerto; a nuestra izquierda, ladera arriba por el pedregal, los quitamiedos nos anticipan una sucesión de curvas que, efectivamente, vamos a empezar a trazar en breve.

Algunas herraduras aderezan el trazado.

A la derecha sobre una cumbre levantan unas antenas, pero el puerto no pasa por allí y, aunque en la misma cima encontramos la carretera que nos conduce a ellas, comprobamos que no merece la pena desviarse al ser prácticamente llana excepto en su parte final en que, por desgracia, la carretera torna en pista de tierra y piedras.

La segunda de las herraduras es, nuevamente, un magnífico otero hacia Gredos y de hecho vamos a encontrar varios apartaderos donde detenernos sin miedo al tráfico para capturar alguna imagen con nuestra cámara de fotos. Varias poblaciones aparecen esparcidas por el valle que, en nuestra ignorancia, no alcanzamos a reconocer por su nombre y creemos adivinar los collados donde se ubican los puertos de Mijares, Serranillos y El Pico.

Última herradura del puerto a la vista.

Torcida esta última curva aún nos van a restar unos tres kilómetros de ascenso, casi todos en dirección noreste hasta que llegamos al zigzag final. Por ser la primera vez, vamos a pecar de pardillos pensando que justo tras la herradura a izquierdas que venimos marcándonos como «objetivo» durante varios kilómetros encontraremos el cartel del puerto… Así que bajamos un piñón con facilidad y apretamos el ritmo.

Cercanos a coronar.

Pero el cálculo se va a revelar como completamente erróneo y acabaremos pagando nuestra osadía y nuestra falta de experiencia con un acelerón que no seremos capaces de mantener hasta el final, pues desde esa herradura aún restará casi un kilómetro hasta el puerto… incluso la última herradura a derechas, que parece en la cima cuando uno observa los mapas, está ligéramente apartada de la misma varias decenas de metros… precisamente allí donde, junto a la carretera, consagrada a San Cristóbal hay erigida una ermita desde finales del pasado siglo, destino de romeros mediado el mes de julio.

Junto al camino que conduce hasta las antenas, la ermita de San Cristóbal.

Al final, cuando ya no lo esperábamos, el puerto se nos ha acabado por hacer largo y duro. Aquí, como en el fútbol, podemos recurrir al tópico de «no hay rival fácil» o, más apropiadamente, «no hay puerto fácil».

GALERÍA FOTOGRÁFICA.

 

Mapa:

Deja un comentario