Estado del firme:***
Dureza:***
Volumen de tráfico:*
Consejos y sugerencias: pese al escaso kilometraje del puerto las fuertes pendientes hacen recomendable el empleo de un desarrollo liviano. Por lo demás, ciclar por la zona sin ascender los cercanos San Lorenzo, Cobertoria, Gamoniteiro, Ventana, o Marabio debería estar prohibido para cualquier amante de los puertos.
Es inevitable redactar estas líneas sin rememorar vivencias de quienes colaboramos en la elaboración de este blog. Y nos van a perdonar que narremos algunas experiencias que nada tienen que ver con el ascenso propiamente dicho, sino con el germen de este sitio web y de los potentes lazos de amistad que el cicloturismo es capaz de forjar.
Quienes trabajamos en este proyecto nos conocimos gracias al foro de puertos de montaña (el foro de www.altimetrias.com, que es desde entonces nuestra web de referencia). Hace más de quince años que entablamos amistad y comenzamos a compartir kilómetros de carretera en bici y en coche, incluso kilómetros en tren. Horas y horas de charlas, de bromas, de fuertes emociones. Momentos inolvidables que acabaron trascendiendo el plano deportivo para penetrar en el más personal.
La historia de esta altimetría es la de un matrimonio o, mejor dicho, la de una despedida de soltero horas antes de un matrimonio. Pongámonos en contexto: un novio, el oficiante de la ceremonia y dos testigos: todos de la familia de Andalucía Cicloturismo.
Como el oficiante oficia, valga la redundancia, en Asturias, el novio y su futura señora decidieron ir a casarse al Principado, alquilaron una casa rural y allá que nos invitaron a los demás.
Obviamente el plan era ambicioso, no por la boda en sí, sino por el programa previo. Porque no iban a pensar que unos tipos como nosotros nos presentaríamos en Asturias sin bicicleta… exactamente el típico detalle “sin importancia” que puede costar el divorcio incluso antes de llegar al matrimonio.
Pues bien, en dicho plan se incluía el ascenso a la Ermita del Alba (o a la Braña del Alba, toda vez que el ascenso no acaba propiamente en la ermita) escasas horas antes de la ceremonia… todo normal, ¿no?
El madrugón estaba garantizado ya que, aunque pernoctábamos al pie de la cuesta, teníamos que cruzar Cobertoria para la ceremonia, así que había que subir, bajar, ducharse, arreglarse y enfilar hacia Pola de Lena. Y tampoco era plan de jugar demasiado con los nervios de los futuros esposos, ni con la paciencia de la novia, claro está.
Para colmo, el lamentable estado de forma que presentábamos -digno de una pachanga de “solteros vs. casados”, nunca mejor dicho-, además de generar ciertas dudas sobre nuestra capacidad de superar el puerto, nos hacía conscientes de que, en cualquier caso, ascenderíamos más lentos de lo que ya de por sí es habitual cuando la rampa se empina constantemente por encima del doble dígito.
Nos metemos en faena y comienza el ascenso que pronto despeja las dudas: esto es muy duro y no vamos a malgastar ni un gramo de energía dando una pedalada más rápida que otra… y eso que el primer kilómetro es el más suave.
Como siempre en estos casos y, pese a la poca velocidad, se gana altura sobre el valle bastante rápido y se disfruta de las vistas desde recién iniciado el puerto.
Algún pueblo vamos a transitar en nuestro camino a la ermita. Para empezar, Villar de Salcedo que, pese a sus poco menos de 50 habitantes, conserva elementos de la arquitectura tradicional, como los característicos hórreos, y una pequeña capilla consagrada a la Virgen de las Nieves (s. XVIII). Junto a la estrecha y rugosa carretera, en las empinadas laderas, metros y metros de cercado dividen el terreno en un puzle de pequeñas parcelas.
Además de la ganadería de pequeños propietarios, en esta zona de la Sierra del Áramo pervive aún el cultivo de la escanda, cereal que se da en terrenos montañosos y que homenajean en Salcedo mediado el mes de agosto con una muestra de su pan por mor de poner en valor las bondades de este producto local.
Lo cierto es que la cuesta es, salvo excepción, bastante uniforme hasta Salcedo, pero al salir de esta segunda población, la fisonomía del ascenso cambia ligeramente: se alternarán descansillos y rampas, pero rampas aún más extremas, hasta el punto de que, pese a los descansos, la pendiente media irá in crescendo.
Y son estas rampas las que se van a ir dejando notar en nuestra marcha en la que poco a poco la charla va dando paso un silencio sólo roto por la respiración desacompasada. La carretera, tras tomar desvío a la izquierda en plena herradura, también parece más estrecha, más rugosa e irregular.
A su vez, la subida, más y más escénica, gana también en trazado, con la sucesión de varias curvas de herradura zigzagueando por la ladera, alguna ya por encima del 20%. Por momentos también la vegetación nos abraza, como si la naturaleza astur no quisiera faltar a nuestra cita.
Como quiera que ya hemos superado más de la mitad del ascenso y que los descansillos, aunque breves, permiten recuperar pulsaciones a quien sube sin mayor intención que la de ir ganando metros, henchidos de moral, vamos doblegando una tras otra las rampas que, rozando el 20%, se interponen entre nosotros y nuestro destino, sabedores -no obstante- de que será en el final de la subida cuando tengamos que hacer el mayor esfuerzo y sin tener aún claro que seamos capaces de doblegar una punta que se encuentra más cerca del treinta que del vente por cien.
Una breve bajadita nos deja a los pies de un rampón que, a simple vista da miedo… ahora sí que se alcanza el 20%. Pero al remitir la pendiente, nos vamos a encontrar con un tramo largo más liviano.
La niebla no quería perderse la ocasión -al fin y al cabo estamos en Asturias- y se va cerniendo sobre la montaña para impedirnos gozar por completo de un entorno que se nos antoja de una gran belleza. Junto con la niebla también la vegetación se cierra y nos cubre.

No nos cuadraba esta parte suave del puerto, tan cerca del final, hasta que de nuevo vuelve a empinarse la cuesta… y de qué manera. Se suceden las puntas por encima del 20%, ahora sin tregua, y apenas podemos generar la velocidad suficiente para mantener el equilibrio sobre la bici sin dar de bruces contra el suelo.
Aún se pone peor la cosa cuando la rampa, tras herradura a derechas, alcanza el 26%. A la izquierda queda el aparcamiento de la Ermita del Alba, pequeño santuario de origen renacentista.
En este punto de esfuerzo, ironías de la vida, viene a la cabeza una coplilla que habíamos leído sobre la virgen:
La virgen del Alba, bendita,
tiene la ermita en la peña,
también podría tenerla
en el llano, si quisiera.
Pues eso… que ya podría tenerla en el llano.
Tras el aparcamiento aún se encabrita más la cuesta hasta, ahora sí, alcanzar su punta máxima al 28%, ahí es nada. Por suerte, de inmediato, al paso de una barrera canadiense, ganamos la braña y la cuesta ceja. Aún quedaban, cuando allí estuvimos, las pinturas de la meta de cuando la Vuelta Ciclista a España tuvo a bien concluir una etapa en la Ermita del Alba (previo paso por Cobertoria, entre otras dificultades) allá por el año 2015.
Pasado el trance, de nuevo vuelve la sonrisa a nuestro rostro y celebramos el logro y, sobre todo, el extraordinario motivo de la ruta. Hay tiempo para bajar con calma y tomar aún alguna foto. En La Pola nos esperan, luego, las nupcias y en Oviedo una buena sidrería donde remojar el festejo como se merece.
Lo que la bicicleta ha unido, que no lo separe el hombre.
GALERÍA FOTOGRÁFICA.
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Categorías:Altimetrías, Asturias, Puertos de Montaña