Altimetrías

Cerro de las Obejuelas: la cuestecilla que fue puerto.

Estado del firme:***

Dureza:*

Volumen de tráfico:*

Consejos y sugerencias: planificar muy bien la ruta teniendo en cuenta las dificultades orográficas de la zona y, sobre todo, cuidarse mucho de ir bien surtido de agua, ya que la distancia entre pueblos es grande y no encontraremos fuentes.

Tramo central del ascenso al Cerro de las Obejuelas. Al fondo de la imagen, a la izquierda, se distingue la carretera de El Caballón.

Habiendo trillado a base de bien una de nuestras zonas favoritas para andar en bici, las inmediaciones de Obejo, sin embargo, aún quedaban en nuestro debe algunas carreteras que, bien por encontrarse en mal estado, bien por no contar con puertos de especial dureza, habíamos dejado en nuestra lista de espera.

Una de estas pocas carreteras que nos faltaba por catar era la CO-6413, que desde prácticamente la junta de los ríos Cuzna y Gato, es decir, al pie del ascenso del Caballón por su vertiente Oeste y de la subida a Obejo por su vertiente Este, nos lleva hasta la localidad de Pozoblanco.

En este cruce nos desviamos en dirección a Pozoblanco.

Bajando El Caballón se aprecia perfectamente la cuesta que se inicia al paso mismo por el río, pero el aspecto algo deteriorado de la misma y el hecho de que nos pillara muy a desmano para hacer ruta, la mantenía fuera de nuestras prioridades. Además, al estudiar el rutómetro tanto por medio de las webs “tostadoras” de recorridos, como por medio de mapa topográfico, no teníamos la impresión de que fuera algo más que una cuestecilla con un primer kilómetro duro y una continuación suave hasta el denominado como Cerro de las Obejuelas, en cuya vecindad ubicábamos el punto más alto del ascenso.

Lo cierto es que, después de mucho tiempo sin rodar por la Sierra Morena cordobesa, surgió la ocasión de volver por la zona y, como es de nuestro agrado conocer nuevas rutas y puertos, vimos el momento como idóneo para este Cerro de las Obejuelas.

Puente sobre el río Cuzna, punto de inicio.

Al pie de la cuesta, como decíamos vamos a llegar o bien descendiendo desde Obejo en dirección a Villanueva de Córdoba o bien bajando el Caballón en dirección contraria, obviamente. Ambos descensos nos muestran un escenario abrupto de lomas apretadas que se se angostan en su base. El olivar es, sin lugar a dudas, el dueño y señor del entorno cuando no lo es la dehesa. Además, almendros dispersos colorean el paisaje cuando se abre su flor.

Sin embargo, abajo, al llegar al puente sobre el Cuzna y, en general, en el cauce de estos ríos que recorren el fondo de los valles, el entorno es bien distinto: del secano olivar descendemos a un bellísimo bosque de ribera formado principalmente por fresnos que acompañan el fluir del río: los cursos de agua aportan variedad, riqueza y, en definitiva, vida al medio natural. Así, podemos encontrar desde nutrias, jabalíes, ciervos, galápagos leprosos u ofidios hasta una variada avifauna compuesta por ánades, garzas reales, zorzales, estorninos, martín pescador…

Pasamos las rampas más duras entre olivos… No puede ser de otra manera.

Atravesamos el Cuzna, pero la carretera va a seguir su curso en un primer momento para, al instante, remontar el de su afluente, el río Gato. Más tarde, mediado el quinto kilómetro, como comentaremos más abajo, un cambio de ladera nos devuelve al valle del Cuzna.

El llano trecho inicial puede parecer engañoso, pues muy pronto chocaremos con el tramo más duro de todo el ascenso, constituido por casi 700 m. al 10,5% y puntas del 13%. Verdaderamente, sobre todo en una primera recta, la carretera mira al cielo y nos exige un buen sofocón. El firme, aunque remozado no ha mucho, lejos de ser una alfombra lo vamos a encontrar bastante rugoso. La vegetación que invade las márgenes de la calzada hablan a las claras del volumen de tráfico que soporta esta carretera, que es paralela a otras dos más que comunican por el Oeste con Pozoblanco, la que atraviesa el puerto de La Chimorra y la que lo hace por el cortijo de La Canaleja, también arreglada recientemente. Su función primordial, suponemos, es la de servir principalmente a los agricultores para el cultivo, cuidado y transporte de su producto estrella: la aceituna.

Lomas preñadas de olivos por doquier.

Poco después de trazar una curva a izquierdas recuperamos cadencia y ganamos ritmo. Con todo, no se trata de lo que nosotros pensábamos, pues la cuesta sigue ascendiendo con una pendiente moderada, aunque bastante lejos de lo que podríamos considerar un falso llano.

Con buena parte del trazado siempre frente a nosotros, a media ladera, hasta que se pierde tras una loma vecina vamos regulando nuestro esfuerzo y, una vez alcanzado ese objetivo, repetimos la pauta. El ascenso, agradable, se abre a nuestra derecha por donde baja el río Gato. Atrás se aprecia perfectamente la carretera del Caballón en sus primeras estribaciones.

La carretera se ha encajonado entre dos lomas y buscamos salida por un primer collado.

Después de algo más de un kilómetro cómodo, por así decir, vamos a afrontar un nuevo trecho similar al inicial, aunque con una pendiente media ligeramente más suave, aunque con algún punto superior al 10%.

Será al acabarlo cuando el puerto nos ofrezca un verdadero descanso: durante todo un kilómetro la pendiente no alcanzará -ni se aproximará prácticamente- al 5% de inclinación. La carretera se ha encajonado apartándose del río Gato, río del que nos separa una loma homónima. Frente a nosotros cierra el horizonte un elevado cerro, que no es otro que el de las Obejuelas. Sin embargo, la carretera busca una salida de este enclave por un primer collado.

Pasado un primer collado, se abre la panorámica. En días claros atisbamos incluso Sierra Nevada.

El falso llano ha quedado atrás y la cuesta de nuevo va a endurecerse, si bien no hemos de encontrarnos ya con estridencias en forma de fuertes pendientes.

Atravesado el collado, incluso un poco antes, en un aclarado, puede verse perfectamente Obejo sobre el cerro en que se asienta. Ciertamente las vistas son magníficas desde este punto de la carretera.

Al fondo asoma Obejo. La cima ya está vecina.

Trazamos una cerrada curva -¡que nos aspen si no se trata de una herradura!- a derechas para seguir durante más de un kilómetro en que la pendiente se eleva casi hasta el 7% constante, aunque lo que más interesante nos parece es la panorámica de que vamos a gozar hasta coronar el puerto -a estas alturas ya tenemos claro que esto es más que una simple cuesta- poco después de que un falso llano final nos deje en la cima sin ningún tipo de señal indicativa que nos la sitúe.

GALERÍA FOTOGRÁFICA.

Mapa:

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