Almería

Tetica de Bacares por Velefique, la gran ubre.

Estado del firme:*****
Dureza:***
Volumen de tráfico:*
Consejos y sugerencias: hay que cuidarse muy mucho de los contrastes de temperatura existentes en la zona de una época a otra del año y de la base del puerto a la cima. Poco más podemos añadir además de que la cámara fotográfica es imprescindible.

El puerto de Velefique, camino de la Tetica de Bacares, es sin lugar a dudas uno de los puertos más escénicos de Andalucía.

No hemos podido evitar, permítasenos la licencia, la chanza en el título de esta entrada, y es que tanto el nombre de tetica con que denominaron los lugareños la montaña, como la situación geográfica de la misma a kilómetros de cualquier gran ciudad propician, sin pretenderlo, un brindis al chascarrillo y a la boutade: en efecto, por su puntiaguda y cónica forma, es comprensible que los paisanos acabaran por denominar esta característica cumbre de la Sierra de los Filabres con el diminutivo de teta, un diminutivo que nosotros queremos entender como “afectivo”, porque si consideramos la dimensión del pico y su altitud -cercana a los 2.100 m. de altitud-, convendremos en que de diminuto tiene poco; por otra parte, pocos lugares hay tan alejados en apariencia y situación de una gran urbe como este monte de la Tetica de Bacares, el propio pueblo que le confiere su nombre y los limítrofes como el mismo Velefique, en cuyo término municipal se inicia el ascenso.

Debido a su singular figura el Cerro Nimax es más conocido por los lugareños como Tetica de Bacares.

Por lo demás, entrando ya en lo que nos atañe, la carretera del puerto de Velefique y su prolongación a la Tetica de Bacares son, a nuestro juicio y sin temor a equivocarnos, una de las vías más escénicas de Andalucía, cuando no de toda España. Y, por si éste fuera poco aliciente para subirlo, el puerto además se las trae: 23,65 km. de ascenso para 1.400 m. de desnivel y 2.074 m. s. n. m., un auténtico “puerto Tour” como gustamos de llamar los aficionados a subidas de tal envergadura.

Por longitud y dureza es comparable a los puertos franceses o italianos, por su sucesión de herraduras nos evoca al famoso Alpe D’Huez y, salvando las distancias, al passo dello Stelvio.

Pero comencemos ya con la descripción de la Tetica que, como pueden imaginarse, no se trata de ninguna bagatela.
Su inicio hay que ubicarlo en el puente sobre la rambla de Galera, poco después del cruce entre las carreteras AL-4406 (que nos lleva hasta Castro de Filabres) y la AL-3102 (que se dirige hacia Velefique).

Al entrar en el término de Velefique comenzamos nuestra medición.

El paisaje, de aspecto desértico, se resume en laderas pizarrosas en que ralea una exigua vegetación consistente básicamente en pencas, esparto y alguna otra especie de matorral. Toda arboleda se reduce, de momento, a la aislada presencia de frutales como el almendro y ello, casi siempre, junto a las ramblas. La huella humana, a más de en el pueblo, se deja notar por la existencia de algunas viviendas en las proximidades de la carretera y la de unas bastas construcciones en piedra local, casi siempre de apariencia ruinosa, que bien podrían tratarse de pequeñas corraletas.

Construcciones ruinosas y vegetación semidesértica. Si nos fijamos atentamente, al fondo de la imagen, sobre las ruinas, se atisba la sucesión final de heraduras del puerto de Velefique y, algo más a la derecha, tras un montículo, el collado.

Si venimos desde Tabernas, nuestras piernas habrán notado cómo hasta llegar a este punto la carretera, lejos de llanear, sigue una tendencia siempre ascendente, de forma muy suave, pero constante. Pues bien, dicha tendencia se acentúa ligeramente a partir de la mencionada rambla hasta que, pocos kilómetros más tarde, en las inmediaciones de Velefique, muda definitivamente en franca cuesta.

Curioso cartelón con los datos del puerto de Velefique cuando nos aproximamos al pueblo.

Antes de llegar a la población, que ya se muestra a la vista, un gran cartelón, el único de estas características con que nos hemos topado en las carreteras andaluzas hasta la fecha, nos muestra el perfil del puerto de Velefique. Así que, si no tenemos sus datos grabados en la cabeza, un vistazo nos vendrá bien para saber a qué atenernos.
Y, para que no nos despistemos, una vez que dejamos a la derecha la pista que lleva hasta el camposanto de Velefique y que continúa hacia Senés, la pendiente se sitúa en torno al 6-7% para que, ya en las calles del pueblo, termine de estabilizarse en las proximidades del diez por cien, tónica que se mantendrá durante los siguientes 4,5 km. en que la media supera el 9%.

Las primeras herraduras aparecen en la testimonial travesía por el pueblo.


Tan sólo al torcer las primeras herraduras podremos afirmar que transitamos por las calles de Velefique, pues el pueblo quedará a un lado. Sin embargo, no nos es posible dejar de hacer referencia a esta pequeña localidad serrana que, como es fácil suponer por su fisonomía, remonta a un claro origen moro.

Aunque más que atravesarlo lo esquivamos, la carretera nos ofrece unas magníficas instantáneas sobre Velefique.

De hecho, la Sierra de los Filabres fue uno de los últimos reductos moriscos de la península hasta que, tras la rebelión de l568 en la Alpujarra que se extendió por estos pagos, una expedición al mando de Don Juan de Austria en 1570 «calmara los ánimos» en la zona: más de una cincuentena de moriscos fueron apresados y condenados a esclavitud, repoblándose poco después la zona con cristianos. Por aquel entonces el pastoreo y la agricultura eran los medios de vida de los habitantes, destacando, por otra parte, la abundancia de morales para la producción de la seda.

Tras el paso por Velefique nos metemos en harina…

Pero tras rozar el pueblo encontramos uno de los puntos más delicados del ascenso, como decíamos, y que requerirá de toda nuestra experiencia para no dejarnos las fuerzas prácticamente en el comienzo. Y es que, aunque el resto del puerto de Velefique suaviza perceptiblemente, castigar aquí las piernas puede propiciar un desfallecimiento más tarde. Además, tampoco hay que olvidar que los dos kilómetros y medio finales hasta la Tetica recuperan –y de qué manera- consistencia.
Las curvas, seguidas de inicio y más dispersas después, dan paso a tramos más o menos rectilíneos en que la cuesta, siempre constante, no ceja. Tan sólo mediado el undécimo kilómetro, tras una curva de herradura a izquierdas alcanzaremos un más que apetecible descansillo.

Ante nosotros la vaguada por donde la carretera serpenteará durante algunos de los kilómetros más bellos que se han trazado en nuestra comunidad.

A partir de este momento ya podemos prepararnos para los siguientes kilómetros, probablemente los más escénicos de todo el ascenso. Las paellas, en un principio apartadas, se sucederán serpenteando por el regazo de la montaña cada vez más prietas hasta acabar por redoblarse en número adquiriendo a la vista una apariencia similar a los meandros de un río. Sólo hasta el puerto de Velefique y contando con los que ya hemos dejado atrás sumamos un total de veintidós tornanti.

Tras una herradura a izquierdas, un respiro supone la antesala de la borracherra de curvas.

El paisaje se extiende hasta un horizonte en que, cuando los días son suficientemente claros, se juntan mar y cielo con la antesala de la Sierra Alhamilla, el Paraje Natural del Desierto de Tabernas y, oteando desde algo más arriba, la Sierra de Gádor. Pronto, a medida en que vamos ganando altitud, salvando curva tras curva, será la propia carretera y su espectacular trazado lo que más nos llamará la atención. Se trata, sin lugar a dudas, de una bellísima obra de ingeniería, una carretera propia de un anuncio televisivo.

El pinar, aún joven, nos permite todavía escudriñar un horizonte en que el Mediterráneo se abre a la derecha de la Sierra Alhamilla.

Además, no encontraremos apenas rampas de doble dígito más allá de ciertos momentos puntuales, casi siempre a la salida de alguna de las herraduras, lo que nos permitirá liberar todos nuestros sentidos al deleite. Reseñable también es la existencia de un joven pinar de repoblación que, de momento, no da más que para adornar tímidamente los márgenes de la vía.

Desde el mirador del Pedregal, el puerto de Velefique se muestra en todo su esplendor.

Por si no hemos tenido suficiente, para un mejor disfrute del entorno, justo cuando apenas se nos acaban de consumir las eses del paso de montaña, nos vamos a encontrar con el mirador del Pedregal. Aquí más que una opción es necesidad detenerse y apearse de la bicicleta para echar un vistazo. Su situación a la salida de la sucesión final de curvas lo convierte en la más destacada atalaya de la carretera, otero que nos dejará un buen rato embebecidos. Se trata de un alto en el camino verdaderamente imprescindible.

Ganamos el collado con nuestro objetivo, por fin, a la vista.

Situado a la entrada de una curva a izquierdas, el mencionado mirador supone, además de abrir la puerta a un nuevo y prolongado descansillo, la antesala del puerto de Velefique (o alto de Velefique según los mapas), que se ubica tras una larga recta de algo más de 500 m. de longitud y que ya es perfectamente visible al sortear la susodicha curva.
Pese a lo que indica el cartel de su cima, la altitud del puerto de Velefique no alcanza los 1.860 m., sino que se queda en los 1.788 m. que marcamos en el perfil. Allí encontramos una pista, un cortafuegos y una gran explanada que nos recuerda que este puerto ha acogido años atrás la meta de una etapa de la Vuelta Ciclista a España, concretamente en 2009, resultando ganador de la misma el canadiense Ryder Hesjedal. De hecho, se ascendió dos veces en aquella ocasión y ya se había hecho anteriormente otras tantas (en las ediciones de 2004 y 2006) como puerto de paso camino de Calar Alto.

Cuando nos disponemos a descender hacia Bacares, tras el rasante, encontramos el cruce de la carreterilla que nos lleva hasta la Tetica.

El caso es que, aunque el collado natural se ubica en este punto, la carretera aún sigue ascendiendo ligeramente antes de emprender el descenso hacia Bacares. Y será en esa zona algo más elevada, tras el cambio de rasante, donde encontraremos también el desvío que nos lleva hasta la cumbre de la Tetica.

A pesar del cansancio, seguimos pedaleando exaltados por tan sublime colofón.

Lejos de pensar en el descenso, el falso llano nos va a invitar precisamente a lo contrario, esto es, a centrarnos en nuestro objetivo final, ya que hasta ahora no habíamos tenido a la vista el colosal busto bacareño. Su visión nos provoca tanto pasmo -pues verdaderamente guarda similitud con la silueta de una teta-, como respeto -cuando examinamos el pecho que aún nos resta hasta su techo-.

También dedicamos unas miraditas hacia el vecino collado del Ramal.

Destaca en el seno, que emerge turgente desde un bosquete de pinos, un grupo de zetas finales rasgándolo de un lado a otro hasta palpar su erizada cumbre, que nos semeja un pezón festoneado por arrechas antenas a modo de piercing. Sin lugar a dudas, una de las más sugestivas cimas que hemos hollado nunca.

Perfectamente visible en la ladera de la Tetica, la carretera reaviva paulatinamente su pendiente hasta acabar situándola por encima del 10%.

Al abandonar la carretera de Bacares, aún gozaremos de unos últimos instantes de reposo previos a la faena final abrigados por la sombra de un pinar. Luego la carretera, más estrecha pero en perfectas condiciones tras ser remozada pocos años ha, irá empinándose paulatinamente hasta que se nos acabe la montaña. Se nos resistirá esta última conquista a buen seguro, puesto que, largo y duro, el puerto termina por pasar factura y los desfallecimientos no serán ajenos ni siquiera a los más atléticos pedalistas.

Las curvas finales, apoteósicas.

Sacando fuerzas de flaqueza, torcemos las siguientes curvas con la esperanza de que cada una de ellas sea por fin la última. Sin embargo, ésta no llegará hasta después de pasar junto a la más alta de las antenas, momento en que aparece el hormigón y también la mayor inclinación de todo el puerto (un pico al 17% que nos dejará completamente exhaustos) a la par que bordeamos la cima de la montaña y se nos acaba la carretera.

¡Tocamos teta!

Finalmente, aunque hay que acceder a pie por una escalera, unos cuantos metros más arriba encontramos un mirador bien dotado de telescopios para regalarnos con las excelentes vistas a la redonda de todo el oriente andaluz que “rezuma” este cerro Nimax –alias de la Tetica- y, por supuesto, también nos topamos con su vértice geodésico, de especial importancia que fue a mediados del s. XIX para la conexión geodésica entre Europa y África.

El mirador de la cima con 360º de vistas sobre el oriente andaluz.

Difícilmente encontraremos otro contexto mejor que éste para pavonearnos de haber palpado teta ajena sin que nos crucen en réplica una bofetada por despecho.

GALERÍA FOTOGRÁFICA.

Mapa:

1 respuesta »

  1. Cuanto me alegro de ser tu padre que orgulloso me siento de ti, primero por como explicas todo lo esta al rededor de cualquier puerto por mui dificil que sea este, segundo por no perder el gusanillo a este deporte tan duro y como no por hacerme el abuelo mas feliz del MUNDO MUNDIAL

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