Miscelánea

Cicloturismo urbano: la bicicleta toma Sevilla.

Agradable paseo junto al río Guadalquivr a la altura del Muelle de la Sal y el «monumento a la tolerancia» de Chillida.

Una ciudad de rancias costumbres como es Sevilla, casi siempre reacia a todo lo que huele a nuevo porque lo nuevo amenaza la estabilidad de lo de toda la vida, de lo que, por tanto, se considera más apropiado para la ciudad, apenas sí ha sufrido una verdadera modernización en las últimas décadas.
Con la Exposición Universal del 92 en la retina de los mayores y muchas generaciones ya de jóvenes sevillanos que no han llegado ni a conocerla vislumbramos un atisbo de modernización que, a la postre, sería un simple espejismo, pues aquellos edificios, esencia del gran futuro por venir a la ciudad, son a día de hoy una borrosa imagen ruinosa en muchos casos e infrautilizada en su mayoría, símbolo de ese intento truncado de modernización de la capital hispalense.
Aquí, en una ciudad dual, que vive en constante lucha entre polos opuestos: Esperanza Macarena o Esperanza de Triana, Juan Belmonte o Joselito, Sevilla o Betis… También hay una clara oposición entre lo viejo y lo nuevo, no existe una simbiosis total entre lo uno y lo otro, sino una lucha claramente desequilibrada en favor de lo primero y en medio de la cual se abre camino lo segundo a base de pequeños, aunque potentes ramalazos, como poderosas pinceladas que destacan en un cuadro o versos libres en un poema bien rimado.

Lo moderno se abre paso a duras penas entre lo tradicional. En primer término la Torre del Oro. Al fondo, tras el puente de Isabel II, Torre Pelli y Torre Triana.

Y es en ese contexto donde tenemos que ubicarnos antes de regalarnos un agradable paseo en bici por la capital del Guadalquivir, porque más allá de la olvidada Expo, de la creación del Metro o de la erección de edificios como Torre Pelli o Metropol-Parasol (Setas de Sevilla), probablemente sea el carril bici la mayor seña de modernidad en esta ciudad.
En poco más de cinco años nuestro medio de transporte se ha apoderado de la urbe convirtiéndose en el favorito entre los sevillanos, silenciando por completo aquellas voces que ponían el grito en el cielo por la construcción del carril bici. Quienes vaticinaban que en Sevilla permanecería desierto han visto como los 120 km. de carril de la ciudad son empleados por un total de 70.000 usuarios, lo que ha supuesto un incremento del 1.200% en la capital, convirtiéndola en una de las referencias mundiales en tiempo récord. Aspecto este otro de sus ciudadanos que cabe señalar: cuando los sevillanos hacen algo, lo hacen a lo grande o no lo hacen, sin medias tintas.
Hasta tal punto ha tenido éxito el carril, que se ha pasado de los atascos de coches -han disminuido ostensiblemente- a los atascos en los carriles bici, que a las horas punta se ven abarrotados por estudiantes y trabajadores que acuden menesterosos a sus ocupaciones cotidianas.
Las claves del éxito, más allá de la realización de las necesarias infraestructuras, son varias, aunque principalmente cabe notar dos: el buen clima reinante durante largos meses del año y su plácida orografía, tan llana como la palma de una mano. Todo junto conforma el contexto perfecto para echarse a rodar sin más necesidad que una bici.
Además, a fin de que quien no posea una no se vea impedido para su uso, la ciudad posee un servicio de alquiler (Sevici), que cuenta con un cuantioso número de estaciones distribuidas por todos los distritos y barriadas y que asciende ya a 20.000 usuarios y también un buen número de empresas privadas que operan en la urbe y sus principales parques; de otra parte, la proliferación de tiendas especializadas en los últimos tiempos hace pensar en un aumento significativo en la adquisición de este vehículo por particulares.

Proliferan las empresas de alquiler de bicicleta y las turísticas que enseñan la ciudad con un guía a pedales. En la imagen la plaza de España.

Esta primavera en flor de la bicicleta también se ha dejado notar en uno de los principales valores de la ciudad, que no es otro que el turismo. La bici se ha convertido en el medio para muchos guías, que enseñan la ciudad a turistas sobre su montura metálica: en cualquier rincón emblemático de la ciudad puede sorprendernos un verdadero pelotón de de “guiris”. Aunque los nostálgicos ponemos más en valor unas imágenes que no se veían desde décadas atrás: familias enteras pedaleando por la ciudad con total naturalidad.
Quizás el único lugar donde eso era posible antes de la ciclísticamente renovada Sevilla es el sitio donde hemos decidido comenzar nuestro paseo de hoy: el Parque de Maria Luisa. Entre la algarabía y las risas de los críos jugando y colmando de arvejón un suelo abarrotado de palomas, la plaza de América con el Museo Arqueológico (neorenacentista), el de Artes y Costumbres (neomudéjar) y el Pabellón Real (neogótico) conserva hoy día el encanto que pudiera poseer el día de la inauguración de la Exposición Iberoamericana de 1929 para el que fueron levantados por Aníbal González entre 1913 y 1916.

El Parque de María Luisa siempre ha sido uno de los pocos reductos de la ciudad en que se podía pasear alegremente en bicicleta.

Del alegre bullicio no nos vamos a desembarazar tranquilamente porque por los caminos del parque en dirección a la Plaza de España, nunca faltan turistas, parejas paseando a pie o en coche de caballo, familias que acuden a pasar el día o deportistas que, como nosotros, buscan un sitio agradable para ejercitarse.
La Plaza de España de Sevilla (obra del mismo autor y llevada a cabo con el mismo fin) es probablemente una de las más famosas del país, con su característico estílo costumbrista y apariencia de palacete, la obra, de un ladrillo visto rojizo y azulejo ricamente adornado, tiene forma de U cerrada por sendas torres en cada extremo y un canal donde es posible dar un paseo en barca que es atravesado por esbeltas pasarelas. Se dice que cuando el Rey Alfonso XIII contempló el conjunto arquitectónico exclamó: “Señores, yo sabía que esto era bonito, pero no tanto”. Nosotros añadimos que se trata de un rincón de película…
Salimos hacia la Plaza del Cid para bordear a continuación la Real Fábrica de Tabaco (s. XVIII), sede actual de la Universidad de Sevilla y uno de los edificios de mayor dimensión de España dentro de su estilo. Tomamos la calle San Fernando, restringida al uso peatonal, ciclista y del tranvía y, después de contemplar la fachada del Rectorado de la Universidad coronada por la diosa de la Fama y dejar a nuestra izquierda la hermosa estampa del Hotel Alfonso XIII, llegamos a la Puerta de Jerez. Allí mismo, en una breve parada, podemos deleitarnos con la capilla de Santa María de Jesús de un bellísimo estilo gótico-mudéjar.

En la Avenida de la Constitución, camino de la Catedral, el tráfico está restringido. Tan sólo el tranvía y la bicicleta pueden compartir la vía con los peatones.

Continuamos la marcha girando a la derecha por la Avenida de la Constitución, que nos lleva hasta el ayuntamiento. Pero antes nos vemos obligados a detenernos de nuevo, en primer lugar, ante el Archivo General de Indias, una sobria construcción renacentista donde se guardaba -y aún hoy se guarda- toda la documentación relativa a las Américas; y en segundo lugar, ante la Catedral de Sevilla, una de las de mayor tamaño del mundo cristiano y que aúna en su construcción una gran variedad de estilos por mor del tiempo que tardó en ejecutarse su obra.
Entre estos dos edificios media una calle por la que nos vamos a introducir buscando la Plaza del Triunfo, aunque sólo sea por ver la puerta del León del Real Alcázar y el acceso a la judería, el Barrio de Santa Cruz. El primero es un conjunto de palacios y jardines amurallados de origen islámico y con elementos góticos, mudéjares, renacentistas e incluso barrocos que rivalizan con la Alhambra de Granada: su visita es, pues, obligada; la judería, por su parte, también hay que recorrerla a pie empujando la bici, pues la estrechez de sus callejuelas así lo recomiendan.

La Giralda es el mayor emblema de Sevilla.

Seguimos bordeando la catedral hasta llegar al pie de uno de los edificios más emblemáticos de Sevilla: La Giralda. Se trata de la torre campanario de la Catedral, antiguo alminar que fuese de la mezquita que ocupaba el mismo lugar. Estamos pues en la parte más antigua del templo, como comprobamos al asomarnos por la Puerta del Perdón hacia el Patio de los Naranjos.
Salimos por la C/Alemanes de nuevo a la Av. de la Constitución buscando, ahora sí, la casa consistorial. Su edificio, de corte neoclásico en la fachada principal y plateresco en la trasera, permanece inacabado en esta última, detalle perfectamente visible en sus motivos ornamentales incluso por el ojo más profano en la materia.
Tras rodearlo, salimos de la Plaza Nueva hacia la de la Magdalena por la C/Méndez Núñez ya con tráfico abierto. Desmontamos durante unos instantes para evitar ir en dirección prohibida y pronto, por la C/San Pablo saldremos a Reyes Católicos (una incursión gastronómica por el barrio del Arenal siempre es recomendable) hasta desembocar en el Guadalquivir a la altura del puente de Isabel II, también conocido como puente de Triana. Sustituyendo al antiguo puente de barcas que unía la ciudad con el famoso barrio, la obra (erróneamente atribuida al ingeniero Eiffel, aunque realizada por dos colegas franceses a imitación de un puente sobre el Sena) es a día de hoy el puente de hierro más antiguo conservado en el país (1852) y desde luego uno de los principales blancos de las cámaras fotográficas de los turistas que pasean por la ribera del río.

Un grupo de cicloturistas se agolpa escuchando atentamente las explicaciones del guía. Puente de Isabel II, también conocido como «puente de Triana».

Una vez aquí, podemos optar por volver al punto inicial de nuestra ruta pedaleando por el carril bici habilitado junto al río y pasando, primero por el Muelle de la Sal, para conocer el monumento a la tolerancia de Chillida y, luego, junto a la Torre del Oro (así llamada por el brillo de su reflejo en las aguas del río) famosa albarrana que fue declarada monumento histórico-artístico en 1931 y actual Museo Naval.
Una segunda opción sería la de atravesar el puente y prolongar la visita dando un paseo por el barrio de Triana; y una última opción sería la de girar a la derecha y, sirviéndonos del más antiguo tramo de carril bici de la ciudad, el que paralelo al río nos conduce hasta el Parque del Alamillo, prolongar la ruta varios kilómetros más de ida y vuelta.
Hagamos lo que hagamos merecerá muy mucho la pena, porque así podremos también deleitarnos con las construcciones más modernas que adornan la ciudad, aunque sea viéndolas desde la otra orilla: Torre Pelli, Torre Triana y un buen números de edificios de la Expo’92 que aún se mantienen en pie… ¡Incluso la maqueta réplica del cohete Arianne! Por no hablar, por supuesto, de los puentes que se ejecutaron para la ocasión, siendo especialmente llamativos los del polémico arquitecto Calatrava: Barqueta y Alamillo.

La Exposición Universal de Sevilla dejó, entre otras cosas, múltiples infraestructuras. Aquí uno de los puentes ejecutados para la muestra del 92 a cargo del arquitecto Calatrava.

Artículo publicado en el nº 6 de la revista Desde la Cuneta (DLC).

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