Altimetrías

Puerto de Villarbajo, a través de la Sierra de Ahíllos

Estado del firme:****
Dureza:*
Volumen de tráfico:*
Consejos y sugerencias: puerto largo, pero muy llevadero. Recomendable incluirlo en ruta con otros de la zona y, sobre todo, abastecerse de agua en la fuente próxima a la cima.

Coronado el puerto de Ahíllos, disfrutamos de excelentes panorámicas de la Sierra de la Pandera y cumbres vecinas.

En el extremo occidental de la Sierra Sur de Jaén nos encontramos con dos serrezuelas separadas por un collado natural, más al norte la Sierra de la Caracolera, más al Sur la de Ahíllos, que miran ambas por el norte hacia el Valle del Guadalquivir y la Peña de Martos. Pues bien, por ese collado que las media atraviesa una estrecha carretera hasta alcanzar los casi 1.000 en que se sitúa el paso, concretamente 996 m. de altitud junto a la finca de El Portillo.
Con el nombre de Ahíllos conocíamos nosotros este puerto, aunque la tentación de denominarla igual que la finca de la cima era grande y más con una denominación tan ciclista como “Portillo”, pero descubrimos que, en realidad, los cicloturistas de la zona la conocen como puerto de Villarbajo, por lo que consideramos que era mejor respetarlo y citar las distintas posibles denominaciones.

En este caso vamos a presentar la vertiente que asciende desde el lado oeste que, a su vez, presenta variantes, ya que se puede prolongar de inicio. Así que hemos de especificar que comenzaremos en el río Víboras en la carretera que por Venta de Pantalones alcanza el denominado Portillo de Martos a escasos dos kilómetros de arribar a Alcaudete.

El portillo de Martos, con sus poco más de 8 kilómetros no llega a ser más que una tachuela con alguna rampa suelta, pero sin apenas porcentaje. Podríamos decir que no pasa de mero calentamiento de no ser porque lo que restará después tampoco tiene demasiada chicha. Lo más notable es, sin lugar a dudas, la longitud, que cuando se aproxima a los 20 km. en un puerto, siempre es digno de tener en cuenta por muy suave que éste sea.

Al pasar el puente sobre el río Víboras, por carretera de unos seis metros, aún no empezaremos inmediatamente el ascenso, sino que encontraremos un breve tramo aún descendente. Tras unos cuantos metros comenzamos el ascenso camino de Venta de Pantalones.
El curioso nombre de esta aldea probablemente tenga su origen, como tantas y tantas ventas en la antigüedad, por proporcionar, solaz y abastecimiento a los caminantes que se dirigían desde Martos a Alcaudete o a la inversa. Y, puestos a seguir conjeturando una etimología, tampoco cuesta mucho pensar que a alguien que en ella trabajara se le diera bien la confección.
Desde luego, si hoy esperamos encontrar algo parecido a un restaurante, estamos apañados, porque más allá de unas cuantas casillas junto a la carretera no vamos a ver.

Buena carretera que se adentra en medio de un océano de olivos.

Después de un par de curvas cerradas encontramos un primer altillo y su descansillo, viéndonos para entonces atrapados completamente por un inmenso olivar que se pierde a lo lejos, donde la montaña se encrespa.
Tras mirar por unos instantes hacia las sierras que nos aguardan, la carretera nos ofrece una buena panorámica hacia la provincia de Córdoba… Más olivar también hacia allá.
Retomamos el ascenso suavemente y también el punto de mira hacia nuestro destino con firme pedalear. Avanzámos cómodos metros hasta que llegados a una herradura a derechas alcancemos la punta máxima del 8%. Desde aquí la pendiente se mantendrá, salvo un par de descansillos tras sendas curvas de vaguada, próxima siempre al 5%.

No podemos apartar la mirada de la «pirámide» que forma Ahíllos.

Aunque ganamos metros de altitud, apenas sí lo notamos en el entorno puesto que las lomas colindantes también los ganan a la par. Tan sólo cuando vemos tramos de carretera a lo lejos somos verdaderamente conscientes de que la carretera le gana metros a la montaña.
Finalmente, tras la última vaguada a izquierdas, afloja la pendiente y, entre taludes, ganamos el portillo de Martos.
Apenas en dos kilómetros entramos en Alcaudete para transitarlo prácticamente “de puntillas”, pues pronto encontraremos el cruce a izquierdas que continúa hasta el puerto de Villarbajo.

No obstante, merece la pena detenerse a comentar algún dato sobre esta población y nada mejor que empezar por hacer mención a su inexpugnable castillo calatravo, que domina desde arriba todo el pueblo. Reconstruido en varias ocasiones -hay noticias de ello ya en el siglo XII-, los alcaudetenses lo denominan “El Palacio”, después de que en el S. XVI los Condes de Alcaudete así lo renombrasen. Posteriormente llegó a utilizarse como hospital hasta que un terremoto lo dejó maltrecho.
De la construcción militar saltamos a las religiosas, abundantes en el pueblo, y entre las que destaca sobremanera la Iglesia de Santa María La Mayor (S. XV y sucesivos), declarada Bien de Interés Cultural en 1931 o la renacentista iglesia de San Pedro, entre otras. Cambiando de época y también de tipo de edificio, merece una visita el Ayuntamiento (S. XVIII), un bello ejemplo de contrucción barroca clasicista.

En un cruce -decíamos antes de la digresión cultural- o una rotonda para ser exactos nos desviamos a la izquierda camino de la Sierra de Ahíllos. La liviana pendiente se irá empinando sutilmente al paso junto a la ermita de La Fuensanta y, más concretamente, al llegar a un nuevo cruce -seguimos la indicación que nos señala hacia Villarbajo- y trazar un giro a la izquierda. Una larga recta se situará por encima del 6% hasta marcar una punta brevemente mantenida del 8%. Posteriormente un nuevo descansillo nos deja en otra rampa más liviana que corona en un altillo donde las vistas son excelentes. Abajo se enseñorea del olivar el castillo de Alcaudete con el resto de la villa a sus pies. Luego, la panorámica sobre el valle del Guadalquivir será exepcional.

Cuando la carretera se encaja entre montañas el cambio en la vegetación es más que patente.

Un nuevo par de kilómetros de falso llano nos llevan a un punto en que la carretera se irá adentrando paulatinamente entre las dos sierras que arriba mencionábamos trazando un giro tenue, aunque constante, hacia la derecha. Cuando el giro va tocando a su fin y se adivina el collado medianero notamos que la vegetación y el paisaje han cambiado completamente. De hecho ya antes, aunque tímidamente, habían hecho acto de presencia matorrales y encinas. Pues bien, ahora, junto con el roquedal de las crestas, serán lo predominante.
Una recta final de 400 m. de longitud es lo más destacable ya en este último punto, junto con la fuente que, iniciada la misma, encontramos a nuestra izquierda. Luego, en la cima, cabe disfrutar de las excelentes vistas que nos deja puerto hacia la Sierra de la Pandera y demás cumbres de la Sierra Sur.

GALERÍA FOTOGRÁFICA.

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