Altimetrías

Alto de Navalperal por Siles, el bosque encantado.

Una variante significativa respecto a aquel artículo de DLC que estamos recuperando, es la inclusión aquí de la vertiente de Navalperal que tiene su inicio en las inmediaciones de Siles. Por aquel entonces no la habíamos subido, aunque sabíamos de ella. Cuando, por fin, pudimos visitarla quedamos absolutamente prendados. Una pena que no hiciera buen día, porque las fotos no reflejan la verdadera belleza del lugar. Está claro que habrá que volver por allí.

Alto de Navalperal por Siles.

Estado del firme:**

Dureza:**

Volumen de tráfico:*

Un tupido bosque de pinos nos acompañará durante toda la subida.

Si nos preguntaran cuál de las tres vertientes de Navalperal preferimos, la respuesta sería, sin dudarlo, la que comienza en las inmediaciones de Siles.

Y es que no estamos acostumbrados por estos pagos a rodar durante prácticamente 15 km. de ascenso en medio de tan frondosa floresta.

El inicio, en el arroyo Los Molinos, será el único tramo de buena carretera de que disfrutemos durante la “friolera” de 300 m., pues pronto abandonaremos el rumbo a Siles para girar a la derecha hacia el área recreativa Peña del Olivar y Segura de la Sierra por el denominado “Camino de las Acebeas”.

Pasado el río, giramos a la derecha por el «Camino de las Acebeas».

Aunque para seguir nuestro camino no es necesario desviarse a Siles, sí que merece la pena hacer una pequeña referencia a la villa que, como la mayoría de las que la rodean, cuenta con un pasado histórico muy interesante, sobre todo en época medieval.

La importancia de la plaza venía dada por ser lugar de paso hacia el levante, por lo que su control provocó serias disputas ya en época andalusí e incluso hasta mucho después de la fecha de su reconquista (1230 d. C.) cuando fue cercada por el rey de Granada en 1339.

Vista de Siles desde un claro de la carretera.

De origen andalusí debe ser precisamente la cilíndrica Torre del Cubo con sus casi 30 metros de alto, declarada Monumento Histórico, que vale por sí sola esta digresión. De la misma época, aunque posteriormente remodelada, pueden ser los vestigios de muralla que se conservan y cuya construcción –o más bien reconstrucción, como hemos dicho- sufragada a su cargo le valieron el título de villa en 1397 a Siles.

Además, destaca también en la estampa del pueblo la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, construida entre los ss. XIV y XV y posteriormente reformada en el s. XVIII, que apenas sí conserva elementos medievales (un arco y el corro), mientras su apariencia externa severa, pero sobria, apunta más bien a época renacentista.

Volviendo a la ruta, decíamos que a partir del cruce en que nos desviamos, dejando Siles a la izquierda, se producía un cambio en la carretera -que se estrecha y torna irregular de firme, aunque aceptable en todo momento- y en su entorno, ya que la vegetación se hace dueña de ambos márgenes de la misma. El inicio, aparte de los primeros metros de cierta dureza, es bastante cómodo hasta la mencionada área recreativa, de hecho no es más que un falso llano que, por otra parte, nos vendrá pintiparado para ir poniéndonos a tono.

Fuente en el Área Recreativa «Peña del Olivar» al paso por el arroyo Los Molinos.

Así, iniciando el tercer kilómetro de ascenso, volvemos a pasar sobre el arroyo Los Molinos, junto al área recreativa, y damos comienzo a la parte “seria” de este puerto, a la par que nos dejamos abrazar por un tupido bosque de pino laricio y una abundante vegetación propiciados por la extraordinaria humedad del lugar. El pinar, abundante en estas sierras, se ve acompañado en el inicio por helechos y la característica vegetación de ribera, que remonta el cauce del río.

La extraordinaria humedad propicia abundante vegetación junto a la carretera.

Hasta coronar el primer altillo, el puerto del Tambor, nos separan 8 km. de ascenso en que los cinco primeros, al 8% de media, serán los de mayor dificultad.

Nos habríamos olvidado de las rampas entusiasmados por la belleza del entorno, por el ruido del agua que chorrea por doquier y el del gorjeo del gárrulo arrendajo, de no ser porque con frecuencia se sitúan por encima del 10% o, en cualquier caso, casi siempre muy próximas.

Pedaleamos abrazados por la arboleda.

Cuando conceden un poco de tregua, nos desembarazamos de las rampas y sus porcentajes y terminamos por entregarnos a los placeres que propicia el medio natural que nos rodea. Sólo de vez en vez la arboleda se hace a un lado y nos permite asomarnos tímidamente hacia los encrespados riscos que se elevan a uno y otro lado del angosto valle que remonta la carretera.

Cuando se abre paso la luz, el puerto nos deja ver todos sus encantos.

Coronado el puerto del Tambor encontramos un corto -aunque revirado- descenso hasta encarar los últimos kilómetros de subida, mero trámite hasta alcanzar el alto. Pero es en este trámite a los pies del cerro Navalperal, donde se conserva ese elemento mágico del lugar a que hacíamos referencia en el título de esta entrada.

Recién coronado el puerto del Tambór comenzamos un corto descenso.

Como si de un encantamiento se tratase, se ha conservado aquí un bosque de acebos y de avellanos, reliquia de una época de glaciaciones y exclusivo de zonas más septentrionales de Europa. El microclima propiciado por su benigno índice pluviométrico –estamos ante el segundo punto más lluvioso de Andalucía tras la Sierra de Grazalema- y la capacidad de la zona para mantener las condiciones de humedad por lo escarpado y profundo del valle han obrado el milagro de que, en medio de un bosque mediterráneo, subsista a día de hoy un bosque prácticamente impensable en estas latitudes. Debido a ello la zona de Las Acebeas ha sido declarada de forma específica área de reserva natural dentro de un espacio protegido como es el del Parque Natural de las Sierras de Cazorla Segura y Las Villas.

Los últimos kilómetros de ascenso, agradable paseo hasta la cima.

A 3 km. de coronar pasamos en un llanete junto al Área Recreativa de las Acebeas, donde encontraremos una zona de acampada controlada. Al punto vemos las señalizaciones para adentrarnos en los senderos que atraviesan el “bosque encantado”. Un último esfuerzo nos sitúa en el alto de las Acebeas para finalmente, tras ignorar el cruce hacia Segura de la Sierra, alcanzar el definitivo alto de Navalperal en falso llano ascendente.

Pocas veces nos entran tantas ganas de patear los montes.

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