Altimetrías

Santuario de Ntra. Sra. del Acebo por Cangas del Narcea, palabra de Induráin.

Estado del firme:****

Dureza:***

Volumen de tráfico:**

Consejos y sugerencias: perderse por la Sierra del Acebo es una hermosa opción cicloturista, pero hemos de seleccionar el desarrollo adecuado para nuestra empresa.

Últimos metros de ascenso, con el Santuario del Acebo a la derecha de la imagen y el característico verdegal asturiano.

Hace unos años en una entrevista televisiva preguntaron a Miguel Induráin cuál había sido el puerto más duro que había subido y, para asombro del entrevistador y de quienes escriben esto, afirmó que se trataba del Acebo.

El gigante navarro había subido puertos de todos los colores en infinidad de carreras, (sobre todo nos viene a la mente el Mortirolo que era, antes de la aparición del Angliru y el Zoncolán, el máximo exponente en dureza para cualquier cicloturista), pero el de Villaba dijo que el Acebo.

El Acebo es santo y seña de «La Vueltina».

A día de hoy, seguimos sin encontrar clara explicación a sus palabras. Y tampoco se trata de matizar lo que un campeón como él afirma, pues sus motivos tendría… Quizás el recuerdo de haberlo pasado muy mal en sus rampas, quizás no estaba todavía en su punto óptimo de forma… habría que volver a preguntarle.

Para nosotros, desde luego, dista muchísimo del tope de dureza, pero tampoco vamos a desmerecer las palabras de Miguel, ni vamos a menospreciar las rampas del Acebo, pese a que son muchos los puertos -fuera y dentro del Principado- que, en nuestra opinión, lo superan.

También es verdad que existen otras vertientes de este puerto, como la de Limés, por ejemplo, aunque es la que toma su inicio en las calles de Cangas del Narcea la que se asciende normalmente en la Vuelta a Asturias y la que podemos considerar como «clásica» a todos los efectos.

Sobre el Narcea Cangas se enseñorea del Concejo más grande de Asturias toda. Basílica de Santa María Magdalena.

Palacios, casonas, iglesias… multitud de edificios monumentales (de estilos que van desde el románico hasta el barroco y en adelante) adornan las calles de la capital del Concejo más grande del Principado y, aunque en esta ocasión venimos con más tiempo para la parte ciclista que para la turista, sí que llama nuestra atención nada más cruzar el puente sobre el Narcea un ingente edificio que resulta ser la Basílica de Santa María Magdalena, una de las mejores muestras del barroco asturiano.

Respecto del puerto, lo primero que se puede observar en un simple vistazo es que no se trata de un puerto especialmente largo, con sus poco más de 10 km., ni de rampas extremas (14-15% todo lo más), ni tan siquiera de kilómetros por encima del diez por cien de pentiente media. Pero en su conjunto se compone un ascenso de mucha consistencia, con algún descansillo, pero de rampa constante casi siempre sobre el 8%, todo ello aderezado con unos ramalazos de doble dígito, más comunes en la primera mitad del puerto que en la segunda: la típica cuesta que, a poco que se marque un ritmo sostenido, hace daño sin necesidad de ir demasiado rápido… todo un puerto de categoría especial de tener dos o tres kilómetros más de longitud.

Callejeo inicial. Aquí giraremos a la izquierda, según viene previamente señalizado.

Comenzamos nuestra altimetria, como decíamos, en el puente sobre el Narcea, aunque hemos de advertir que se descienden unos cuantos metros hasta que se empieza a subir de forma inicialmente suave. El callejeo nos lleva a trazar varias curvas por el casco urbano, tomando varios cruces siguiendo las indicaciones hacia el Santuario. En el de Villablino podemos dar por empezado el verdadero puerto, aunque al abandonar Cangas un cruce nos hace dudar: se puede subir al Santuario girando a la derecha o siguiendo rectos. Esta segunda opción la recomiendan para camiones y bus, así que nos decidimos por la primera (recomendada para turismos) y acertamos… es la «buena». En estas la carretera ha trazado una herradura a derechas ya estamos superando un primer rampón de cuidado.

Pronto ganamos altura sobre Cangas

Trepa la carretera ganando altura rápidamente sobre la población, que pronto va a quedar abajo a nuestra derecha, en un tramo en que la arboleda va salpicando las laderas sin llegar a impedir las vistas hacia el valle.

Paulatinamente acompasamos el pedaleo para mantener una cadencia uniforme hasta que aparecen las rampas de doble dígito. Como hemos comentado, el puerto, sobre todo en su primera mitad, está salpicado de fuertes rampas -los cambios de rasante causan cierta impresión- y algunos descansillos que nos van a romper el ritmo.

Las rampas de doble dígito salpican el tramo inicial del puerto.

Por suerte el trazado, aunque sigue dirección sur, está jalonado por constantes curvas y distando mucho de ser rectilíneo. Incluso se suceden un par de herraduras antes de alcanzar la población de Robledo de San Cristóbal.

Las pequeñas parroquias que atravesamos suelen, por lo general, conservar magníficos ejemplos de la arquitectura popular astur del medio rural: algún que otro hórreo nos vamos a encontrar al pie de la carretera; las casas más modernas están ejecutadas en piedra con techumbre de pizarra.

Poco después de Robledo la pendiente irá cejando paulatinamente hasta convertirse en un terreno favorable, incluso descendente, camino de Borracán.

Pasada esta aldea, cuyo callejeo nos ofrece la vista de un hórreo y una pequeña ermita, vemos cómo la carretera se va a adentrar en un bosquete de coníferas. Y al punto retomamos el ascenso.

Rampas duras entre pinos.

El pinar abraza la carretera durante un largo tramo en que precisamente la pendiente recupera exigencia, aunque en esta ocasión de una manera más sostenida ya hasta el final, salvo por algún corto descansillo. El trazado se vuelve también en este punto menos enrevesado. Las empinadas y largas rectas minan tanto las fuerzas como la moral.

Antes de alcanzar una curva de vaguada a derechas, un claro en el bosque nos regala unas magníficas vistas de las laderas de la Sierra del Acebo y las montañas del otro margen del valle. Luego de la curva, pasado un cruce hacia la Braña de San Cristóbal, vamos a buscar un primer collado, aún lejos de la cima.

Buscando ya el primer collado.

La carretera traza una herradura a izquierdas para volver a dirigirse hacia el pinar. A nuestra izquierda apreciamos, entre verdes prados y pinos, el camino recorrido. De frente se intuye el colladito, aunque hasta coronarlo la cuesta no da tregua.

Al llegar nos vamos a topar con un doble cruce hacia Villanueva de San Cristóbal y Medeo, pero nosotros trazamos una curva de herradura a derechas para continuar hasta el Santuario, perfectamente señalizado.

Vegalapiedra. Cruce en pleno collado, pero la indicación es inequívoca. Tras el cartel, un bar donde tomar un refrigerio.

Un pequeño entremés a modo de descansillo vamos a disfrutar hasta el cruce de Limés, que dejamos a la derecha, antes de completar lo que nos resta hasta el Santuario.

El cerro, pradera arriba es perfectamente visible, con la edificación que lo corona y una herradura a derecha en sus faldas.

Respecto a este tramo final nos remitimos a lo comentado en la entrada de la vertiente de Limés:

Con el Santuario a la vista y alguna que otra curva que nos queda por trazar aún en este último tramo nos vamos a enfrentar con un enemigo invisible que, si bien ya nos venía molestando puntualmente, ahora lo va a hacer de forma más constante: el viento. La zona alta del puerto se encuentra desprotegida de arboleda hasta la cima. Tan solo la propia ladera nos evitará el suplicio durante varios cientos de metros, pero precisamente cuando nos va a hostigar un postrer repechón al 14%, en ese punto más molesto va a aparecer un viento que, no sabemos por qué, sopla con especial intensidad en este punto.

Penúltima herradura.

Por suerte la montaña se acaba y un cartel en piedra nos indica que nos encontramos en el Santuario de Nuestra Señora del Acebo. Desde el cartel la pendiente va suavizando paulatinamente hasta que llegamos, atravesando un pequeño collado, a una explanada donde encontramos, además del santuario, varios bares y un mirador. La carretera sigue, aunque no da la sensación de subir ya más en varios cientos de metros hasta que se decide finalmente a descender.

Vistas insuperables desde el mirador de la cima.

Una pequeña antena, no obstante, es perfectamente visible en la cima de la montaña que hay a nuestra izquierda y, pese a que buscamos, no vemos acceso asfaltado. Pues bien, lo hay, pero de tierra hasta que ha sido recientemente cementado para colocar la meta de La Vuelta a España… Unos 400 m. más de ascenso que no se incluyen en esta altimetría.

En lo que al Santuario atañe, cabe decir que se trata del segundo en importancia de todo el principado -detrás de Covadonga-. La fama de milagrera de la virgen del Acebo propició que donde ya existía una antigua ermita, se levantara un nuevo edificio de estilo renacentista a finales del S.XVI. El barroquismo de columnas salomónicas de su retablo se rebela ante la austeridad del propio edificio que lo cobija y, aún más si cabe, ante románica sencillez de la talla de la virgen, proponiendo un heterogéneo conjunto artístico digno de, una vez en la cima, aparcar la bicicleta para echar un vistazo.

El Santuario de Nuestra Señora del Acebo, uno de los lugares de peregrinación más importantes de Asturias.

Imprescindibles, también, las magníficas panorámicas que se obtienen desde el mirador, sobre todo en días claros.

GALERÍA FOTOGRÁFICA.

Mapa:

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