Altimetrías

La Canaleja, camino recuperado.

Estado del firme:****

Dureza:*

Volumen de tráfico:*

Consejos y sugerencias: como para la mayoría de los puertos de la zona, hay que tener en cuenta la distancia entre pueblos y la total ausencia de fuentes y ventas donde realizar el repostaje.

En pleno corazón de la Sierra Morena cordobesa, entre Pozoblanco y Obejo, nos encontramos con esta dura y hermosa subida en la carretera de La Canaleja, cortijo que también da nombre al ascenso.

Nuestra primera visita a La Canaleja no fue todo lo satisfactoria que habríamos deseado. Mediaba septiembre de 2010, uno de esos septiembres calurosos -¿acaso existen otros?- que padecemos en nuestra tierra. Un tren nos deja en la capital cordobesa y desde allí emprendemos ruta hacia el Guadalbarbo y la zona de Obejo. Cada ruta por fuerza nos obligaba a repetir una serie de puertos si queríamos acabar aventurándonos siempre por alguna carretera desconocida para nosotros, ávidos de descubrir nuevos ascensos.

Como de costumbre, la ruta venía precedida de un minucioso estudio de la zona y poseíamos la información que por entonces algunos blogs cicloturistas ofrecían, a saber, que el asfalto estaba en mal estado. Pero ninguna imagen hallamos que constatara hasta qué punto la carretera se encontraba en malas condiciones y ya sabemos que en este mundillo hay quien se queja por tres baches del mismo modo que quien no ve inconveniente para ruedas finas el peor de los caminos de tierra.

Con esta incertidumbre nos aventuramos en nuestra particular conquista de uno de los más afamados puertos que nacen al paso del Cuzna.

El ascenso por su vertiente sur -hacía ya más de un año- nos había dejado una clara idea de que las condiciones del firme no habrían de ser demasiado buenas, ya que encontramos un tramo largo bastante roto en que el asfalto descarnado acababa por tornar completamente terrizo. Sin embargo, presumíamos unos números tales para la vertiente dura de La Canaleja que nos invitaban a tentar la suerte. Además, el tramo final de ascenso, aunque rugoso, parecía más que aceptable. Con todo, se seguía tratando de un melón por calar y nosotros queríamos creer que era transitable.

Tras subir el Muriano y Obejo -con parada de rigor en el pueblo- dimos la vuelta en pos del cruce de Pozoblanco y tomamos la carretera (CO-6411) que hasta allí conduce, la conocida como carretera de La Canaleja, por la enorme finca junto a la que habremos de transitar más adelante y que, como pueden hacerse una idea, también le confiere su nombre al puerto..

Sabíamos que hasta coronar La Canaleja por esta vertiente el asfalto no estaba muy allá, aunque el peor tramo coincidía con lo más duro del ascenso (un km. a más del 10% de media con fuertes pendientes), así que ya estábamos mentalizados.

Desde la cima nos dejamos caer. Pronto la bicleta se embala, aunque decidimos sujetarla por precaución: entonces los peores presagios se cumplen y, antes de que queramos darnos cuenta, el asfalto se había transformado poco menos que en el lecho de un río cubierto de piedras.

Antes de su arreglo La Canaleja contaba con varios kilómetros con el asfalto completamente desaparecido.

El mismísimo descenso se convirtió en un martirio: buscábamos inútilmente una trazada algo más limpia sin dejar de tirar de frenos, prácticamente parados y haciendo equilibrismo para no dar con los huesos en el suelo.

Nuestra mentalidad, por algún motivo irracional, nos lleva a seguir hacia delante, quizás porque uno no madruga todos los días para coger un tren, subir varios puertos y plantarse en estos lejanos confines de la sierra cordobesa como para darse la vuelta por un percance de esta guisa. Así que como podrán comprender, continuamos hasta que llegamos a pie de puerto.

Por suerte, la carretera estaba en perfecto estado desde el Cortijo de la Canaleja hasta el inicio del puerto, pero los tres kilómetros que distan aproximadamente hasta la cima fueron un verdadero suplicio tanto a la ida como a la vuelta.

Aunque pueda parecer mentira, libramos el trance sin pinchazo alguno. Los problemas aparecieron por otro lado: una total ausencia de fuentes y de puntos de abastecimimento en todo el trayecto.

El regreso decidimos acortarlo atrochando por Villaharta por donde además la ruta era, a priori, más amable. Pero el calor asfixiante obligaba a hidratarse y los bidones parecían tener un agujero… Para colmo de males junto a la carretera toda arboleda consiste en olivar y el olivo es un árbol sin apenas copa que nos propicie sombra, por lo que nuestro rodar estaba constantemente expuesto a los rigores de la canícula.

Racionando el agua, a razón de un sorbo cada cinco minutos, realizando paradas para enfriar el motor, sin localidad a la vista (para cualquiera que lleve nuestro mismo camino Villaharta se ubica a espaldas de un cerro) y con los bidones prácticamente secos. Más hete aquí que subiendo al ralentí una última cuesta notamos que ya no hay cerros más altos a nuestro alrededor, por lo que no debemos hallarnos lejos de coronar el repecho.

Sacando fuerzas de flaqueza, al fin, llegamos a Villaharta, a la que le aplicamos aquello de «lejana y sola» que decía Lorca sobre la capital cordobesa… Ahora sólo faltaba encontrar un lugar donde saciar nuestra sed y, de camino, nuestro apetito. Por suerte, algo abierto hallamos donde recuperar fuerzas y allí terminó nuestro suplicio. Sin embargo, a día de hoy aún no hemos olvidado que cuando fuimos a investigar La Canaleja le vimos de cerca las orejas al lobo.

Por suerte, las carreteras que tienen uso acaban siendo arregladas y la CO-6411 es una vía que da servicio a más de trescientas fincas que viven, principalmente, de la agricultura y la ganadería. Es el olivar el principal motor de estas sierras y el motivo por el cual, cuatro años después de nuestra visita, la carretera fue felizmente remozada en un total de 14 km. que se encontraban en mal estado, por lo que actualmente es una gozada aventurarse por La Canaleja.

Puente sobre el Cuzna, lugar de inicio del ascenso.

Así que ahora, después que hemos rememorado nuestras batallitas, vamos con la descripción de la que es, a nuestro juicio, una de las subidas más interesantes de la Sierra Morena cordobesa a tenor de su ubicación y de su dureza y, en menor medida, de la belleza escénica que ofrecen algunos tramos de su ascenso.

El puerto comienza justo en el río Cuzna, tras kilómetros de falso llano descendente procedentes de Pozoblanco, falso llano que en su parte final, antes del alcanzar la ribera, gana en pendiente y da mayor impulso a nuestra bicicleta.

Tras unas primeras rampas de cierta entidad el puerto se deja subir.

Al paso por el puente vamos a toparnos con unas primeras rampas con algo de dificultad, aunque pronto el puerto se dejará hacer. Nos encontramos en el fondo del valle, encajonados, sin ver con claridad por dónde habrá de salir la carretera de esta suerte de hoya en que nos hemos visto inmersos. El Cuzna traza varios meandros en este tramo de su curso, aunque para ver alguno será pertinente seguir escalando y alcanzar cierta altura sobre el río.

La primavera ha coloreado con su paleta policromática un hermoso florido manto liliáceo, gualda y rubro al abrigo del olivar. Las amapolas silvestres, concretamente, nos evocan lejanas reminiscencias de nuestras pedestres excursiones de juventud por los descampados a las afueras de la urbe, donde cada vez nos es más extraño encontrarlas.

Ganamos altura sobre el fondo del valle.

Tras largo kilómetro de agradable pedalear, uno de varios puentecillos -quizás el cuarto que atravesamos- da paso por fin a la rampa constante que le otorga a este puerto su afamada dureza. Se trata de algo más de cuatro kilómetros que están por encima del 7% de pendiente media, aunque la cuesta en algún momento se ubicará por encima del doble dígito.

Curva a derechas en la entrada del Cortijo La Canaleja.

El inicio del ascenso consiste en un constante culebreo de la carretera hasta que, por fin, llegados a la entrada del Cortijo de La Canaleja, tras una cerrada curva a derechas, el trazado torna ligeramente rectilíneo, dentro de lo que cabe en una carretera de montaña, claro está.

Sin embargo, El Cortijo de la Canaleja no lo vamos a poder contemplar en su conjunto hasta algo más arriba. Se trata del cortijo de mayor entidad de la zona, no ya sólo por su antigüedad, sino también por su tamaño y nivel de producción. En torno al patio encontramos una capilla, que aún luce espadaña y el algorín para almacenar la aceituna. Conserva el recinto igualmente la almazara, aún en uso poco tiempo atrás, que no en la actualidad.

La enorme cortijada y el vasto olivar de montaña.

La aceituna de estos parajes goza de elevada prestancia ya que, no en vano, se recolecta en la denominada como «Sierra Ecológica del Valle de Los Pedroches», enclavada en estos parajes por donde nos disponemos a pedalear: las serrezuelas que median entre los ríos Guadalbarbo, Cuzna y Gato. Aquí el también denominado el «Olivar de Sierra» fue plantado en el s. XIX.

Un cartel de 12% de pendiente nos avisa de la dureza que está por venir. Realmente no hemos encontrado ninguna rampa que alcance pendientes tales, aunque por muy poco, pues nos hemos quedado bien cerca y, además, de una forma mantenida.

Aparecen unos pinos ladera arriba.

Ahora ascendemos a media ladera. Carretera arriba un pinar se entremezcla con el olivo y con la característica vegetación mediterránea que aún perdura por estos lugares.

Sucesión de lomas tapizadas de olivar.

A nuestra izquierda se va esbozando paulatinamente un verde horizonte sobre un infinito de lomas que se difuminan hacia Los Pedroches. Pozoblanco ha de estar en algún punto, allá detrás, escondido a nuestra siempre curiosa mirada. Precisamente justo antes de la rampa más dura de la cuesta vamos a toparnos con un mirador desde donde gozar de toda esta panorámica. Cabe notar, por añadidura, que ladera arriba por un sendero -habremos de aventurarnos a pie y no con la flaca- podemos alcanzar la denominada como Cueva de la Osa, declarada Bien de Interés Cultural.

Excelentes vistas desde el mirador que encontramos junto a la carretera. Abajo se aprecia uno de los meandros que traza el curso del Cuzna.

En efecto, se trata ésta de una cavidad situada a unos 760 m. de altitud, al pie de la Peña del Águila, que es la cumbre de la ladera por donde va trepando la carretera. La abertura de entrada cuenta con unos 6 por 4 metros, mientras que de profundidad alcanza casi 29. Si el mirador habilitado junto a la carretera del puerto nos ofrece magníficas vistas sobre la mencionada panorámica de Los Pedroches y, además, sobre un retuerto del Cuzna, las vistas desde la boca de la cueva la superan ampliamente.

Por si fuera poco, en las inmediaciones -se habla del Cortado de la Osa, que no de la Cueva propiamente dicha, lugar este último donde unos modernos grafitis parecen haber ocultado algún original prehistórico- está atestiguada la existencia de varias pinturas rupestres y restos de útiles de sílex, mudos testigos del paso del ser humano por estas despobladas zonas.

La Carretera se ha ido encajonando entre laderas, aunque pronto a base de rampa se desembarazará de ellas.

Precisamente, que no era y no es un lugar de paso frecuente lo venimos comprobando por la ausencia de tráfico en la carretera. Apenas nos hemos cruzado con uno o dos coches en las inmediaciones de Pozoblanco, aunque cabe suponer que durante el verdeo el ajetreo de vehículos rurales ha de ser considerable.

Tras el mirador la carretera se encajona momentáneamente en una vaguada que media entre dos cerros, aunque a base de rampa dura y constante acaba por desembarazarse y ganar cumbre en un cambio de rasante situado un metro por encima de los 800 m. de altitud.

Alcanzamos la cima en un cambio de rasante. Al fondo las blancas cumbres de Sierra Nevada precedidas de la Sierra de Ahíllos.

Como curiosidad, añadir que en días claros justo al final del puerto dirigiendo la mirada en línea con la carretera, puede divisarse Sierra Nevada en lontananza.

GALERÍA FOTOGRÁFICA.

Mapa:

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